jueves, 13 de diciembre de 2007

EL CANÒNIGO Y ADULTERINO DON ANDRÈS (CAPÌTULO 5)


EL CANÒNIGO Y ADULTERINO DON ANDRÈS
ES UNA OBRA DEBIDAMENTE REGISTRADA
COPYRIGHT BY JORGE JIMÈNEZ FLÒREZ


(ANTES DE LEÈR ESTE CAPÌTULO 5; LEE PRIMERO LOS CAPÌTULOS ANTERIORES; LOS ENCONTRARÀS MÀS ABAJO; Y EN EL LINK DE ENTRADAS ANTIGUAS)


EL CANÒNIGO Y ADULTERINO DON ANDRÈS


NOVELA ORIGINAL: JORGE JIMÈNEZ FLÒREZ


CAPÌTULO 5:


Los cuatro meses en realidad se convirtieron en seis meses de luna de hiel paseando por Europa Luz de Obando y Francisco Rangel, màs en plan de amigos distantes que de cualquier otra cosa; circunstància que Francisco Rangel trata de comprender de manera forzada; pues tal como tenìa que ocurrir, han sido seis meses en los que Luz ha brindado a Francisco, sexo sin amor; que es tan infernal como amor sin sexo. En la intimidad, Luz de Obando se limita a desnudarse y a dejarse tocar lo menos posible; al fin y al càbo no lo ama, nunca lo amarà; y no lo odia, nunca lo odiarà; simplemente Francisco Rangel no le inspira ningùn sentimiento ni positivo, ni negativo; èl no le inspira a ella absolutamente nada de nada. Luz trata de asimilar a Francisco, como si èl fuera un muerto en vida; y aprovecha cualquier oportunidad para que no tengan privacidad, y màs bien conocer las ciudades europeas que estàn recorriendo.

Estos han sido los seis meses màs largos, tristes y aburridos del canònigo Rosillo en Simacota. Andrès como leòn enjaulado se pasea en las noches solitarias de un lado para otro dentro de la casa cural, tratando de percibir en cada rincòn la presencia ausente de su amada Luz; y cada vez que Andrès se acuesta en su cama, boca-abajo aspira profundamente con sus ojos aguados, tratando de oler los recuerdos de su diosa, con quien estuvo en esa misma hermosa cama, tantas noches y tantos dìas de amor genuino y pasiones eternas que en el futuro seràn bastante dificiles de repetir.
Ha sido un tedioso semestre, a la distancia, que por fin ha terminado, tanto para Luz como para Andrès; y cuya expectativa por el regreso, anima los deprimentes corazones del adulterino y su ahora "señora" sobrina.
Francisco y su esposa regresan a la hacienda Rangel, que desde ahora serà, supuestamente, el nuevo hogar de Luz de Obando ,àma, dueña y señora de la gran hacienda Rangel; pero que aùn asì, dicha construcciòn tan linda, llena de lujos y comodidades, no inspiran en Luz, ningùn sentido de pertenencia. Francisco siente una sensaciòn extraña porque hasta ahora siempre habìa vivido en su grande propiedad, solitario, y ahora trata de asimilar sus primeros dìas con sus primeras noches de hombre casado, en su finca inmensa a la que percibe de manera diferente por la presencia de su imponente y frìa esposa que no le brinda los cariños de una esposa abnegada, y que en los momentos de intimidad, la frigidèz de Luz de Obando es de tal desamor, que Francisco Rangel siente que le hace el amor a un tèmpano de hielo. La convivencia es de un silencio y una indiferencia tensionantes, por parte de Luz que no sabe hasta cuando va a poder soportar semejante fàrsa.

Dìas despues de haber regresado de Europa, el matrimonio Rangel almuerza al aire libre en el jardìn comedor de la hacienda; y mientras degusta distraìda un pedazo de delicioso cabrito, escucha a lo lejos el llamado de la voz que no ha escuchado desde hace seis meses; la unica voz que a ella le importa escuchar; la unica voz que en este momento le ilumina el espìritu, y le hace brillar la vida.
-Buenas y santas tenga el matrimonio màs hermoso de Simacota- grita el abate Andrès Rosillo, mientras que Luz refleja en su ròstro la sonrisa de una resucitada; se levanta ràpido de la mesa y còrre a los brazos de su tìo que la abraza tratando de disimular ante Francisco que comprende la eufòria de su esposa, por tratarse de su clèrigo tìo.
Andrès saluda con otro abrazo fraterno a su nuevo sobrino polìtico, y pàsa toda la tarde oyendo y riendo con todo el anecdotàrio que Luz y Francisco le relatan sobre el paseo por Europa, y simultaneamente recibe los regalos que le han traìdo del viejo continente, tales como libros en francès, griego, latìn; igualmente Francisco le entrega una nueva biblia con portada de oro, traìda de Roma; botellas de jerèz español, wodka puro de San Pettesburgo; una rèplica en miniatura del palacio de los zàres de Rusia; y otros presentes màs que abruman a Andrès por la cantidad y la calidad.
-Ahora quiero que me disculpes esposo mìo; voy a la biblioteca con mi tìo; deseo confesiòn y asesorìa espiritual; y ordeno a la servidumbre que no nos interrumpa nadie- dice Luz ante el beneplàcito de su esposo, que como siempre aprueba todo lo que se trate de apoyar al padre Rosillo.
Luz y Andrès se dirigen a la biblioteca, entran y se encierran por un buen ràto, ajustando bien la puerta. La fèmina divina abraza a su adorado canònigo con tal fuerza que parecìa como si lo quisiera asfixiar, y luego como comiendoselo a besos, ella expresa con su voz ìntima y jadeàndo excitada.
-Sàcame de esta jaula de oro- dice Luz con un desespero reprimido imposible de ocultar.
-Ten paciencia mi preciosa. Todo este plan diò sus frutos, y le callamos la jeta a todas las habladurìas y chìsmes. Nadie ha vuelto a hablar ni a denigrar de tì o de mì; y hasta el propio obispo me enviò una misiva felicitandome- replica Andrès mientras tambien besuquèa a su adorada por todas partes. Ambos estàn sudorosos y listos para explotar como dos volcanes incontenibles haciendo erupciòn.
-Andrès mi amado hombre, mi exclusivo clèrigo, mi libidinoso confesor; que ausencia tan prolongada. Europa es hermosa, pero sin tì me sentìa incompleta y veìa todo tènue- exclama en voz baja Luz de Obando al mismo tiempo que ambos caen al suelo y se revuelcan desnudandosen mutuamente con rapidez mientras que sus deseos de amarse son cada vez màs encendidos despues de seis meses de ayuno amoroso y sexual, totalmente tortuoso para semejante pareja de enamorados. El fuego de ambos es capàz de prender una hoguera en invierno nòrdico, y tanto Luz como Andrès se queman sin hastiarse jamàs...Los sènos divinos de Luz de Obando se pòsan fìrmes sobre la cara de Andrès que los acarìcia con sus mejillas, y cuyos làbios absorben el sudor de su emperatriz poseedora que en la cùmbre de la catarsis en dùpla, emana los destellos màs enardecìdos de la amazona que lògra doblegar a su dragòn. Y luego Andrès Rosillo colocando en cuatro a su escultural dueña, le realiza por primera vez el sexo anal màs apoteòsico que eleva a ambos hasta solstìcio de primavera, con aquellos ojos salvajes de Luz de Obando y la mirada de ambos emanando destellos de sacerdotisa y sacerdote unidos hasta la gloria de divinas plegàrias en coral de suspiros, como hermosa dànza en màximo clìmax.

Al terminar la sublime faena; mientras vuelven a vestirse; Luz en voz baja asegurandose de que unicamente es escuchada por Andrès, vuelve a expresarse con la franqueza que la caracteriza.
-Francisco es un buen hombre, respetuoso y caballero conmigo; pero ya me hastiè Andrès; ya me hastiè de estar viviendo esta fàrsa de matrimonio; asì que escuchame bien canònigo Rosillo: A mì no me importa ser la primera divorciada de la comarca; asì que lo mejor serà que vayas pensando como me vas a sacar de esta; porque si tù no terminas esta paròdia lo màs pronto posible, entonces la terminarè yo por mi propia cuenta...¿He sido lo suficientemente clàra?.
Andrès escucha con desconcierto y preocupaciòn a la vez, el tòno contundente con que Luz le ha advertido, para que esta gran mentira no se le vaya a salir al clèrigo de las manos.
-El objetivo de este matrimonio que ya lleva los seis meses màs aburridos de toda mi vida; era callar las habladurìas, los chismes, y salvar tu sacerdòcio. Pues bien; una vez logrados esos objetivos, este matrimonio se tiene que acabar- dice Luz ante la mirada angustiante de Andrès que observa el desespero interior de su adorada musa, que sin rodeos le habla con toda claridad. Y en ese mismo tòno confidencial para que solamente sea escuchado por Luz, Andrès con inseguridad en su hablar, trata de calmarla.
-Amada mìa, debès tener paciencia; recuerda que todo esto es por nuestro amor y para aplacar las malas intenciones que tenìa mucha gente de separarnos y practicamente acabarnos. Hasta el mismo corregidor de Simacota tuvo que tragarse sus palabras, y la porquerìa esa de "sociedad de damas ilustres por la moral y las sanas costumbres de Simacota", ya ni siquiera es "sociedad"; ahora es "suciedad".
Ambos rìen un poco ante las palabras de Andrès.
-Eres un loco sin remedio, y quiero recordarte que jamàs me arrepentirè de haberme enamorado de un loquito como tù- dice Luz con esa complicidad unica que la hace encantadora; luego ambos se dan el ùltimo bèso apasionado de la tarde.
-Yo vendrè dos veces por semana a visitarte, amarte y velar por tì; con el pretexto de confesarte y brindarte consejerìa espiritual- dice Andrès mientras que Luz termina de acicalarle la sotana.
-Que sean tres- ordena Luz.
-Està bien; vendrè tres veces por semana- refuta Andrès despues de pensarlo un poco y suspirar resignadamente.

Con el transcurrir del tiempo y las tediosas semanas, Luz de Obando se las ingènia de alguna manera para no tener intimidad con Francisco; incluso ella prefiere la mayorìa de las veces, dormir en alguna de las habitaciones de huespedes de la hacienda Rangel, aludiendole a su esposo Francisco la disculpa de querer estar sòla para meditar y no molestarlo con "jaquecas de mujeres". Pero la paciencia de Francisco comienza a quebrantarse, y empiezan las discusiones y los altercados. Al fin y al càbo Francisco quiere a toda còsta que Luz le dè un hijo que se convierta en su primer heredero; pero ella no està dispuesta por nada en el mundo a complacer ese deseo. Y con el pàso de los dìas; la angustia y el desespero son tàles, que la bella dama se las arregla para continuar haciendose "la eterna indispuesta", aislada e indiferente a todo el trancurrir de la hacienda. Esto enfurece cada vez màs a Francisco que ignora por completo el por què del rechazo de su esposa, incluso sintiendose èl a veces con complejo de culpa.
Luz de Obando permanece cada vez màs distante, silenciosa y deprimida. Su desolaciòn es tal que hay dìas en los que ella prefiere estar a sòlas en alguna pradera lejana de la extensa finca; y los unicos dìas en los que ella està radiante son los sàbados, martes, y jueves; los tres dìas que puntualmente Andrès Rosillo viene a verla, visitarla, "confesarla", y principalmente amarla.
Puede que Luz estè casada oficialmente con Francisco; pero su mente, su espìritù, su alma; todo su ser està totalmente compenetrado con Andrès Rosillo; èl es el centro de su universo, aunque ese universo parezca màs para ella, un laberinto oscuro y pesado, ya que esos furtivos encuentros amatòrios con su canònigo tambien son rodeados con la zozòbra de que puedan ser descubiertos por alguien de la servidumbre, otros empleados de la hacienda, o el propio Francisco Rangel. El miedo de Luz y Andrès cuando hacen el amor a escondidas en alguno de los dormitorios de la bella hacienda, està rodeado por la sensaciòn de que podrìan estar siendo espiados, o descubiertos en cualquier estùpido descuido, y que todo se sepa con las màs fatales consecuèncias.

Siempre que termina de visitar a su reina en la hacienda; Andrès Rosillo prosigue el camino a su otra vida clandestina; la subversiòn en el movimiento Comunero; y por aquellas paradojas de la vida, el canònigo siente màs temor de que se descubra el genuino y apasionado romance que tiene con su sobrina; a que se descubra su actividad insurgente como ideologo y miembro activo de los Comuneros. Y es precisamente en una de esas reuniones clandestinas comuneras, donde Andrès junto con Vicente Cadena un comunero guerrero y fuerte combatiente, continuan planeando ataques y sabotajes contra las tròpas españolas y las autoridades chapetonas, estèn en el acto polìtico y politiquero que estèn. Tambien se pone al tanto al clèrigo, de los informes de inteligencia que ya estàn en poder de ciertas autoridades españolas.
-No confie ni en su sombra padre Rosillo. Tenemos argumentos sòlidos para asegurarle a usted que el corregidor de Simacota don Pantagruel Madrazo ya podrìa tener informes secretos de sus actividades subversivas; pero con su reverencia no se atreve a tomar medidas dràsticas, exclusivamente por respeto a su sotana. Es lògico que èl no va a arriesgar su posiciòn y su poder, echandose a la iglesia de enemiga. Sin embargo, es recomendable que usted tampoco se eche de enemigo al corregidor- dice Vicente Cadena a Andrès que lo escucha con toda atenciòn.
-Donde usted no fuera cura; hace mucho tiempo lo hubieran apresado, y de pronto hasta ya lo hubieran fusilado- dice Vicente con respeto, pero tambien con la seguridad de que el clèrigo se ha despavilado; y en adelante no podrà andar tan confiado como lo hacìa hasta ahora.
-Y pensar que el hijueputa corregidor ese, me odia a màs no poder- exclama Andrès.
Vicente Cadena sugiere al sacerdote, hacerle un atentado al corregidor para quitarselo de encima de una vez por todas; pero Andrès se opone rotundamente porque primero, prefiere a este corregidor actual de Simacota, al que ya sabe lidiar. Y por lo general cuando matan a un corregidor, los españoles colocan a otro corregidor que sea bien infame, con mano mucho màs dura y totalmente dèspota, capàz de las peores atrocidades. Y segundo; Andrès tampoco desea ningùn atentado contra el corregidor don Pantagruel, porque eso perturbarìa la tranquilidad que caracteriza a Simacota; asì sea una tranquilidad rodeada de escandalosos chìsmes, y disfrazada a veces de tènsa calma.

Mientras tanto para Luz de Obando su situaciòn personal se pone màs caòtica e inaguantable. Francisco Rangel es un hombre nòble y bueno; pero Luz y Andrès lo subestimaron confundiendo lo nòble con lo huevòn...En Francisco ya hay cierta desconfianza hacia su esposa; èl mismo no sabe por què, sin embargo no puede evitarlo.
-De ahora en adelante su reverència te confesarà aquì en la sala- dice Francisco tratando de imponer su autoridad ante Luz disgustada y desobligante.
-Solamente si asì lo dispone su reverencia, ya que serìa un atrevimiento contrariarlo; y por màs de que èl sea mi tìo, yo no pienso hacerle ese desaire.
-¿Y què tiene de malo que tu tìo te confiese aquì en la sala?- pregunta Francisco insistiendo.
-No, no tiene nada de malo, pero tampoco tiene nada de malo que se utilize la biblioteca, o una de las alcobas, o cualquier otro sitio de esta casa, para que èl me confiese y me brinde sus consejos espirituales...¿O es que acaso te atreves a poner en tela de juicio la conducta de un sacerdote que debe su castidad a Dios, y olvidando que yo soy la sobrina del cura de este pueblo?- pregunta Luz cada vez màs airada.
Francisco apesadumbrado y confundido se retira sin responder palabra alguna, y se encierra depresivo en su despacho campestre del cual no saldrìa sino dos dìas despues como si ahora fuera èl, quien deseara esconderse de Luz.
La servidumbre de la hacienda se da cuenta de todos los altercados entre Luz y Francisco que practicamente ya son a diario. Mayordomo, ama de llaves, capataz, sirvientes, esclavos y demas trabajadores de la hacienda Rangel, murmuran cada rato sobre la dificil y angustiante situaciòn por la que està atravesando el matrimonio Rangel, a escasas siete semanas de cumplir su primer aniversario de casados. Algunos incluso fisgonèan y comentan en voz baja, los extraños ruidos que se escuchan cuando la amita Luz se encierra a "confesarse" con el canònigo Rosillo en alguna recamara de la hacienda, y a veces en la alcoba principal.
-Escuchen con disimulo y sin chistar...Esos son los ruidos del pecado que se aparèa- dice una de las ancianas esclavas a las cocineras...-Los ojos del padrecito Rosillo no son ojos de cura; sino ojos de hombre que àrde; y mi amita Luz de Obando tiene el don del fuego; fuego que quema a todo macho y no respeta sotana- termina de decir pacito la esclava anciana, sabia y prudente.
Andrès ya conoce muy bien a su amada, y es plenamente consciente de que Luz no soportarà la situaciòn mucho tiempo màs con Francisco Rangel que trata de sacar adelante un matrimonio que naciò muerto porque se construyò en las debiles bàses de la pantomìma; sin embargo el clèrigo todavìa no encuentra una salida a tan apremiante coyuntura...Es como si su astùcia y audàcia se hubieran estancado y lo estuvieran traicionando; porque la tensiòn entre Luz y Francisco crèce como bola de nieve; y los tres; Luz, Andrès, y Francisco coinciden en la intuiciòn de que toda esta maraña va a reventar màs temprano que tarde.

Hoy se cumplen once meses de haberse realizado el màs absurdo matrimonio de Simacota; y Luz de Obando no aguanta màs y precisamente en este dìa mandarà todo al carajo. Ya que su adorado canònigo no la ha podido sacar de ese laberinto, ella misma se saldrà solita sin que le importen para nada las consecuèncias...O ella se tràga el mundo, o el mundo se la traga a ella.
Entrada la noche, Luz sigilosamente ha empacado sus modestas pertenencias, las que son unicamente de ella, porque todos esos suntuosos regalos y demàs cosas que Francisco le regalò en todo este tiempo desde que eran novios, ella ha decidido dejarlos en la hacienda para siempre; tal y como va a abandonar a su esposo y a esa vida falsa de casada que desde antes de consumarse, sabìa que nunca le ìba a gustar para nada.
Aprovechando que Francisco ha sido llamado de urgencia a que se presente en uno de los establos para atender el pàrto de una de sus yèguas; Luz con su traje de imponente equitadora, sus botas altas, sus pantalones entubados apretados, y despues de haber acomodado de mala maña sus maletas en el fino y hermoso caballo que ella siempre mònta dentro de la hacienda, el mismo animal leal que ella misma domò personalmente desde siempre...Luz se monta sobre el lindo ejemplar y se marcha definitivamente de la hacienda Rangel, sin despedirse ni siquiera de la servidumbre, y justo en el momento en que comienza a llover fuertemente.
Ya en pleno camino Luz de Obando con su fusta fuetèa al animal hasta lograr una gran velocidad en su galope, pues ella siente como si la estuvieran persiguiendo, pero tambien se siente la reclusa que por fin pudo fugarse de la càrcel de oro, pero càrcel al fin y al cabo.
Su huida es sin retorno; aunque la bella y escultural jineta mientras cabalga siente una mezcla de sentimientos encontrados: Por un lado el remordimiento de haber abusado de la nobleza, sanas intenciones y buena fe de un hombre como Francisco Rangel; y por otro lado esa alegrìa disimulada de regresar a convivir en los brazos de su amado Andrès Rosillo, que no tiene ni la màs remota idea de que en esta noche de tempestad, porque llueve a càntaros, su diosa està de regreso a casa, aunque sea la modesta casa cural, pero es el unico sitio en que Luz quiere estar; en el sitio donde estè su canònigo y adulterino.
Galopando con ìmpetu, entrando al centro de Simacota, Luz està dispuesta a llevarse por delante a todo aquèl que se atreva tan siquiera a medio detenerla, o le impida llegar a su destino.
Francisco Rangel ha sido avisado urgentemente por uno de sus sirvientes, y sin pensarlo dos veces, Francisco registra con disgusto, deshonra y desespero, la grande alcoba principal donde Luz y èl habian dormido como marido y mujer, poco menos de un año. A medida que se percata de que ha sido abandonado por su esposa, estalla cada vez con mayor còlera...Encuentra encima de una de las almohadas, el anillo de boda de Luz que ella ha dejado sobre un papel escrito con la inscripciòn:
"Fuiste un buen hombre; gracias por todo, pero no fuì capàz de amarte. Me despido para siempre de tì. Lo siento mucho. Que Dios me perdone y que Dios te bendiga".
Es el primer caso de abandono conyugal que se registrarà judicialmente, en toda la historia de Simacota y sus alrededores; por consiguiente el escàndalo que se avecina y las consecuèncias que estàn por venir seràn contundentes, porque en esta dificil època de finales del siglo dieciocho, el abandono de matrimònio es un delito, no tanto para el hombre, como sì para la mujer, por el simple hecho de ser mujer; y por lo general se asocia al delito de adultèrio. Aquì se inicia el primer proceso oficial de divorcio en toda esta comarca neogranadina. Luz de Obando tendrà que enfrentar moralmente a la inquisidora sociedad, y legalmente a las autoridades españolas; por consiguiente necesitarà de un gran abogado que la defienda; un excelente abogado que la proteja a càpa y espada; un magistrado que por tan divina mujer estè dispuesto a todo; el mejor de todos los abogados de la regiòn: El canònigo magistrado Andrès Rosillo.
Luz por fin se detiene frente a la casa parroquial, y llèga completamente mojada por el aguacero que està cayendo como presàgio del diluvio de escàndalos, chìsmes, y complicaciones que se avecinan. Pero la lluvia no le importa a esta impetuosa mujer que baja de su caballo y golpea ruidosa y desesperadamente en la puerta de la casa cural. Despues de unos segundos que a ella le parecen eternos, Andrès àbre la puerta, y queda estupefacto, casi sin poder creèr lo que està viendo; su adorada amante estaba allì humeda y mojada, con su cara palida, una sensaciòn de desamparo enternecedora, y luego un abrazo sin palabras, en que el solitario y enamorado canònigo aceptaba resignado, que su reina angelical, venìa esta vez, para no volverse a separar jamàs de èl.
Ya dentro de la casa cural, y despues de ajustar la puerta, Andrès rapidamente va hacia su armario y saca una toalla lìmpia; despues con el lenguaje corporal de la ternura comienza a secar el ròstro y la caballera de Luz que no puede evitar un par de estornudos, despues de semejante juagada.
-Lo siento pero no pude aguantar màs; vengo a quedarme contigo de manera definitiva; y si no es asì, prefiero la muerte; pero no regresarè jamàs a vivir con Francisco Rangel- dice Luz hablando con las narices tapadas mientras que Andrès con sus ojos tristes la termina de secar sin pronunciarle palabra...La acarìcia y la abraza conmovedoramente, a la vez que Luz observa a su canònigo llorando como un niño silencioso y sin salida...El clèrigo con sùmo cuidado como quien desnuda a la màs preciada jòya, comienza a despojar a Luz de sus ropas mojadas, le quita sus botas, y despues de desnudarla completamente, Andrès levanta en sus brazos a su fèmina y se la lleva hasta la alcoba nùpcial de la casa cural...Luego la acuesta en aquèl lecho que jamàs fue ocupado por pareja distinta a Luz de Obando y Andrès Rosillo. Y como siempre, la quìmica perfecta entre ambos; Andrès insaciable vuelve a beber sin hastiarse jamàs, el nectar de su emperatriz; sus manos pasean por la silueta màs glamourosa y la piel màs tèrsa; porque Luz de Obando en la cama es faraòna del amor y el erotìsmo; impetuosa y sensible, calurosa y frìa, iluminada y tènue, sumisa y dominatriz, dama virtuosa, puta experimentada, indòmita y orgàsmica, fiereza y divinidad, pero sobretodo diabla y diosa.

Ya es madrugada y ha escampado. Luz y Andrès que no han dormido mayor cosa, conversan, se besan, se abrazan, y hacen planes para el problema que se les viene encima por el abandono de hogar de Luz.
-¿Te imaginas el escàndalo que se nos va a formar?...Toda la comarca se nos va a venir encima...Aunque estamos a tiempo de remediarlo...Basta con que regreses y con mi apoyo, cambiemos en algo las condiciones de convivencia entre tù y Francisco- dice Andrès mientras Luz descansa recostada en el pecho de su clèrigo.
-Eso jamàs!- responde Luz impetuosa, -nunca regresarè, y eso no tiene discusiòn...Yo solamente quiero estar contigo; no quiero estar con ningùn otro hombre; pasarè toda mi vida al lado tuyo, mi amadìsimo canònigo, tù eres mi armonìa, mi paz, mi ardor, mi dicha, mi gòze.
-Y tù eres mi gloria, mi paraiso, y mi cielo- responde Andrès mientras vuelve a besarla apasionadamente.
Ya no hay màs remedio; nadie manda en el corazòn de nadie porque los sentimientos son màs libres que el aire...Aunque sean tìo y sobrina, Dios los hizo, y ellos se juntaron en un complemento unico, ideal, e irrepetible. A estàs alturas Luz ya no se imagina la vida sin su abate; y a su vez Andrès tampoco lògra imaginarse còmo serìa su vida sin su reina coronada, de aquì en adelante. Ellos dos, son las almas gemelas y opuestas màs compenetradas que puedan existir.
-A partir de hoy, todos los dìas con sus noches, seràn nuestros- dice Luz de Obando cuando una vez màs Andrès se dispone a hacerle el amor a la coqueta màs despampanante de las artes amatòrias.
-Luz de Obando, tù eres mi màs sagrada virtud- declara Andrès completamente enamorado, mientras se sumerge en su propietaria emperatrìz, y posesiva deidad.

En las horas de la mañana, se escucha golpear fuerte la puerta de la casa cural. Es Francisco Rangel pero esta vez con actitud poco amable. El canònigo Rosillo àbre la puerta, y Francisco ni siquiera lo saluda.
-Padre Rosillo vengo por mi esposa para llevarmela de regreso; sè perfectamente que ella està aquì- dice Francisco mientras Andrès trata de asumir una compostura pausada y moderada.
-Tranquilizate Francisco; clàro que mi sobrina se hospeda desde anoche aquì; ella llegò acongojada a pedirme consejo desesperado.
-Padre, deseo hablar con ella- reclama Rangel.
-Pero ella no quiere hablar contigo- responde Andrès tajante pero amable. Francisco trata de controlar su ràbia, su deshonra, y su temperamento, pues al fin y al càbo èl sabe que a pesar del dificil momento, debe controlarse ante el cùra de su parròquia. Francisco levanta el volumen de su voz, con la intenciòn de que Luz lo escuche.
-Su reverencia; por favor digale a su sobrina que estoy dispuesto a olvidar este agravio de temporal abandono, incluso haciendo càso omiso de la nota que me dejò. Por favor hable con ella para que recapacite, y por favor digale tambien que yo no tomarè ninguna represàlia; ella puede regresar tranquila a la hacienda, que al fin y al càbo tambien le pertenece a ella por ser mi legìtima esposa. Si ella regresa; aquì no ha pasado nada; pero de lo contrario me verè en la penosa obligaciòn de denunciarla ante el señor corregidor don Pantagruel Madrazo; porque yo no permitirè que mi honor de caballero y esposo quede mancillado.
Luz que ha escuchado todo, aparece desafiante.
-Pues tendràs que denunciarme, porque esto no es una pataleta pasajera; es una decisiòn que yo venìa meditando desde hace tiempo, y no me arrepentirè. Nuestro matrimònio se acabo ayer, jùsto cuando se cumplìan once meses de haberme equivocado al casarme contigo. He regresado a mi antigua vida de simple servidora de la parròquia, y humilde sirvienta de esta casa cural al servicio de nuestro Señor. Eso es todo- dice Luz contundentemente a la vez que vuelve a ingresar al interior de la casa. Francisco va detràs de ella, pero al intentar entrar en la casa cural, Andrès extiende su brazo atajandole la entrada a Francisco.
-No entras a la casa cural...Los animos estàn exaltados y no quiero altercados...Otro dìa serà- dice Andrès de manera solemne.
-Entonces padre Rosillo, usted que ademas es abogado, recuerdele por favor a su sobrina que el abandono de hogar es un delito muy sèrio, y hasta pueden asociarlo al delito de adultèrio- refuta Francisco a la vez que sus ojos expresan una mirada retadora sobre el abate que disgustado ahora se expresa.
-¿Insinùas que mi sobrina es una adùltera?.
-No estoy insinuando nada padre; solamente estoy recordando lo que dicen las leyes.
-Porque adùltera significa que ella tendrìa que tener un amante...¿Acaso tù le conoces algùn amante a mi devota sobrina?...Porque te recuerdo que antes que mi sobrina, ella es una devota hija de Dios- espeta Andrès.
Ambos quedan callados por un momento ante la falta de argumentos; y ademas Francisco todavìa quiere seguir respetando al clèrigo.
-Padre, por favor comuniquele a Luz, que yo le doy un dìa de plazo para que regrese a la hacienda a vivir a mi lado hasta que la muerte nos separe, como usted mismo sentenciò el dìa que nos casò. Si ella no regresa, entonces que se atenga a las consecuèncias judiciales ante el señor corregidor porque la denunciarè; y usted como abogado, sabe perfectamente que yo tengo todas las de ganar; pero mi honor no quedarà mancillado. Un dìa de plazo; no lo olvide padre Rosillo- reclama Francisco, marchandose con su orgullo herido y su ràbia contenida.
La noticia corre como polvora por toda Simacota.
"La desvergonzada Luz de Obando ha abandonado a su caballeroso marido; hombre de Dios que se habìa casado con esa ramera endemoniada", proclaman las parroquianas encargadas de pregonar a los cuatro vientos, la màs grande novedad de trascendencia unica que se presentaba por primera vez en el poblado. Todo el pueblo se conmociona y la gente se congrega alrededor de la casa cural, màs con curiosidad morbosa que con cualquier otra intenciòn, ya que se trata de la noticia màs escandalosa de la comarca en muchìsimo tiempo.

Màs que un dìa, Francisco otorgò cuatro dìas que ya han pasado para que Luz regrese, pero ella no retornarà ni muerta. Durante estos cuatro dìas Luz de Obando no ha salido de la casa cural, ni para tomar el sol.
-Por la acusaciòn del delito de abandono de hogar, se ordena traèr bajo custodia hasta este despacho de corregitura, a la señora Luz de Obando de Rangel; para que rinda descargos, explicaciones, y declaraciòn por su reprochable conducta que atenta contra la moral y las sanas costumbres de la Nueva Granada. Firma el honorable señor corregidor de Simacota, don Pantagruel Madrazo. Comuniquese y cumplase- ha leìdo el comandante de guardia de Simacota, que acompañado por tres custodios màs, hacen la diligencia de captura de Luz de Obando, en la entrada de la casa cural. Luz con expresiòn de soberbia y orgullo en su cara se limita a escuchar, y con su actitud està lista para enfrentar la situaciòn. Pero ella no està sòla...Andrès Rosillo sujetandola del brazo la acompaña hasta la corregitura, adonde todos marchan en este momento. Luz y Andrès infunden tanto respeto, que ninguno de los guardias que ha realizado la aprehensiòn se ha atrevido a tocar a Luz, ni mucho menos al clèrigo. La escena observada por todos es patètica. Luz y Andrès con los custodios rodeandolos, todos rumbo al despacho de Pantagruel Madrazo, mientras otros guardias tienen que replegar, o por lo menos intentar dispersar a toda la poblaciòn de Simacota que no quiere perderse detalle alguno.
Dentro de la corregitura los animos estàn bastante caldeados, empezando porque todos quieren hablar al mismo tiempo. Despues de unos minutos, el corregidor lògra poner orden y otorgar el uso de la palabra respectivamente.
-Padre Rosillo, con el debido respeto, usted no tiene nada que hacer aquì; yo sè que doña Luz es su sobrina, pero ella ha abandonado a su legìtimo esposo, y es mi deber corregir dicha situaciòn anormal y jamàs vista en este tranquilo pueblo de Simacota- reclama el corregidor Pantagruel Madrazo a Andrès.
-Se equivoca corregidor; en este momento no estoy aquì como tìo de la acusada, ni siquiera como sacerdote; yo estoy aquì en calidad de magistral defensor de esta inocente mujer. Soy el abogado defensor de esta detenida, y ni usted ni nadie va a quitarnos ese derecho ni a ella, ni a mì- dice Andrès con esa vehemencia que solamente lo caracteriza cuando ejerce como hombre de leyes. Sin embargo dicha actitud acentùa la ràbia de Francisco.
-Esto es inconcebìble padre Rosillo; su sobrina me abandona dejando mi honor de esposo y caballero practicamente manchado y completamente burlado; convirtiendome en el hazmereir de las gèntes de bien, y gentuza de este pueblo; y ahora usted pretende que semejnate humillaciòn de la que soy vìctima, tenga defensa alguna- refuta Francisco practicamente a gritos. El corregidor intenta calmar los animos exaltados y terminar la diligencia de descargos a la mayor brevedad, porque en las afueras de su despacho hay otro plèito que no da espera; el de los habitantes de la regiòn que se agolpan para entrar a la corregitura a como dè lugar y no perderse detalle alguno del primer abandono de matrimònio oficial, en la historia de la comarca; asì que los guardias españoles infructuosamente siguen intentando de que todas las curiosas y curiosos se retiren a sus casas...Arengas, reclamos, e improperios a favor y en contra se escuchan dentro y fuera de la corregitura..."La puta Luz de Obando se cansò de ser dama"..."Lo dicho; al marica de Francisco Rangel no le funcionò el pipì con semejante mujerzota"..."Làstima que Luz de Obando sea tan pierniabierta, porque la ricahembra, màs que bendecida por el tìo, està como Dios manda".
Mientras que adentro de la corregitura, con una tensa calma se realiza la diligencia judicial.
-Doña Luz de Obando de Rangel; sirvase aclarar ante este despacho, los motivos que la llevaron a usted en su calidad de señora, o sea de acuerdo a su estado civil de legìtima esposa; el por què ha abandonado a su legìtimo esposo don Francisco Rangel aquì presente, y con la intenciòn de no regresar jamàs al lado de èl- interroga el corregidor de Simacota.
Luz asume una actitud tìmida y recatada.
-Me he visto en la penosa obligaciòn de tener que abandonar a mi esposo...Porque Francisco Rangel en sus artes amatòrias ejerce mañas inmorales, impùdicas, colmadas de obscenidades, y de impura concupiscència- dice Luz de Obando falsamente compungida y con su cabeza gàcha mirando al piso. Ante tan insospechada respuesta, todos en la corregitura quedan atònitos, mirandosen de reojo como tratando de entender que pretende la bella diva, mientras que Francisco respira ahogado, totalmente desconcertado y atònito al escuchar esas palabras que ni èl mismo imaginaba.
-Estoy tan extrañado como todos ustedes; Luz y yo tuvimos tan poca intimidad...Yo solamente he tratado de hacerte feliz. Si mis artes amatòrias no son las mejores, perdoname, pero regresa a casa ya mismo y retirarè los cargos. Tù debes comprender que yo no puedo quedarme cruzado de brazos con esta afrenta. Yo no puedo ser el primer esposo con el honor manchado de este pueblo. Luz de Obando, o limpias mi honor, o no descansarè hasta que cumplas con la obligaciòn de regresar a mi lado donde te corresponde estar- espeta Rangel indignado.
Luz se acerca a Francisco enfrentandolo y mirandolo soberbiamente.
-Nunca regresarè a tu lado porque no te amo, no estoy obligada a amarte, y nunca amarè a un impùdico como tù- dice Luz enfàtica, a la vez que Francisco àbre sus ojos como si fuera a devorar a Luz; completamente desubicado no entiende de dònde saca esa mujer tan falsos descargos.
-Corregidor, mi protegida exige que se retire el denuncio de abandono, y que muchìsimo menos se vaya a asociar al delito de adultèrio, porque eso serìa injurioso y calumnioso, lo que me obligarìa a proceder en derecho; ya que para asociar delito de adultèrio, tendrìa que existir una tercera persona que yo no veo por ninguna parte. Mi protegida ya fue lo suficientemente clàra de por què tuvo que abandonar al distinguido caballero Francisco Rangel- dice Andrès revisando audazmente los escritos de la querella. Sin embargo Francisco no puede contenerse màs y explota encolerizado, con sus ojos como si estuviera echando chìspas.
-Señor corregidor, todo lo que Luz de Obando ha dicho hoy aquì es falso, es una fàrsa, es inaudito y completamente calumnioso.
Y Luz dispuesta a responderle a Francisco, es interrumpida con una señal por su tìo que se le adelanta y en actitud retadora protesta.
-Corregidor, y don Francisco; ustedes dos son hombres no santos, y quieren tragarse viva a mi protegida; pero eso no podrà ser porque ella ya ha expresado los descargos que la llevaron a abandonar su hogar. Lo siento mucho por su honor don Francisco...Porque usted no està pleiteàndo por un verdadero amor hacia mi sobrina.
-En eso usted tiene toda la razòn padre Rosillo, esto no es una disputa de amor; esto es una disputa de honor. El amor no me importa para nada; porque aquì solamente hay dos cosas sagradas, su sotana y mi honor de esposo agraviado y caballero- dice Francisco sin titubèos de ninguna indole, generando asì la indignaciòn de Luz que se acerca y abofetèa a Rangel con dos cachetadas que se escuchan hasta en las afueras de la corregitura.
-A mì me respetas Francisco; yo no soy una de tus yèguas ni de tus propiedades con las cuales puedas disputar tu maldito honor...Gracias por confirmarme que yo solamente soy una cuestiòn de honor para tì, y jamàs una cuestiòn de amor; pero yo soy una mujer de carne y hueso, soy humana; y el hombre que estè a mi lado, lo estarà anteponiendo el màs infinito amor, por encima del honor que sea- le reclama Luz a Francisco mientras ella llora encima del hombro de su tìo.
-Corregidor, como magistral de mi defendida, exigo a este despacho y ajustandome en ley, que se acepten sin màs discusiòn, los descargos que ella a expuesto, y que la obligaron a abandonar su matrimonio; ademas que usted comprenderà que no se pueden pedir pruebas de artes amatòrias, porque ni mi protegida es prostituta, ni yo como abogado, y ahora sì como pàrroco y defensor nùmero uno de la moral y las buenas, sanas, y santas costumbres de este pueblo, podrìa permitirlo...¿O què quiere usted señor corregidor?...¿Que Luz y Francisco se pongan aquì en su despacho a hacer el amor, para calificar que tan inmorales y obscenas son las artes amatòrias del matrimonio fallìdo?...-pregunta Andrès ante la impotencia del corregidor que siente como si tuviera sus manos atadas. Francisco Rangel estalla en intensa ìra y dolor, y pierde todo respeto.
-Escucheme bien padre Rosillo, todo lo que usted y su sobrina han declarado es una completa mentira, una gigantesca fàrsa, y una calumnia de mierda; desgraciado cura malparido; usted es el demònio con sotana- grita Rangel y luego lànza un escupitajo en la cara de Andrès que aprieta sus puños conteniendose.
-Ahora lo entiendo todo Andrès Rosillo, usted y su puta sobrina tenìan esto friamente planeado, quien sabe con que intenciones; pero me le convertirè a ambos en la peòr pesadilla. Usted curita hijueputa que con su ramera sobrina disfrutaron de mis riquezas y mis bienes; ahora sabràn que el dinero tambien sirve para cagarse incluso en sotanas untadas de vagina puteada- dice Francisco con sus ojos oscurecidos, a la vez que Luz enfurecida se dispone nuevamente a abofetearlo, pero Rangel esta vez le detiene el brazo, y ahora es èl, el que abofetèa a Luz de Obando, provocando la ìra de Andrès Rosillo que se abalanza sobre Francisco arrojandolo al suelo y puñeteando su ròstro hasta reventarle la nariz. Los guardias españoles separan a los dos hombres, sujetandolos en los brazos mientras que Francisco con su narìz reventada vuelve a escupir en la cara sudorosa del clèrigo que exaltado espeta a Francisco.
-Le aceptamos el desafìo Francisco Rangel, mi sobrina y yo le aceptamos el desafìo; hundanos si puede con su maldito dinero; pero la pròxima vez que usted la tòque a ella, serà hombre muerto, asì tenga que convertirme en el cura recluso de quien sabe que prisiòn.
Anonadado y nervioso, el corregidor no està dispuesto a tomar partido entre la aristocràcia, y la iglesia de Simacota; asì que de manera escueta sentencia...-Escuchados los descargos, se descarta el denuncio al no probarse el adultèrio de la implicada doña Luz de Obando...Queda usted libre de toda acusaciòn, y puede regresar a vivir bajo la tutorìa de su tìo; y los descargos enunciados por doña Luz de Obando en este despacho, se mantendran siempre en reserva para que jamàs sean de domìnio pùblico.
Luz y Andrès todos dìgnos, salen de la corregitura agarrados de gancho y sin dirigirle la mirada a nadie. Camino hacia la casa cural, algunos parroquianos los siguen. Y cuando van llegando se escucha la voz de Francisco Rangel, sin importarle que el pueblo oiga sus palabras.
-Esto no se quedarà asì, Luz y cura Rosillo; irè hasta los tribunales màs altos si es necesario; pero esta herida a mi honor les costarà la tranquilidad y la paz. Y olvidense de mis contribuciones a esta parròquia de burdèl; porque de ahora en adelante mis limosnas y diezmos seràn para la parròquia de El Socorro, adonde pertenezco desde ya. Ustedes pagaràn demasiado càro todo este daño a mi honor...Y no lo olvide, maldito Andrès Rosillo; Luz de Obando siempre serà mìa y solamente mìa- sentencia Francisco gritando como loco; recalcando que para la sociedad de esta època de apariencias y "què diràn", todo honor es sagrado; pero sobretodo para todo aquèl que sea de apellido Rangel, el honor es incluso màs importante que la vida misma. Nunca en toda la historia de este poblado, el honor de alguien ha sido tan humillantemente burlado, y de manera tan pùblica. Francisco Rangel no amenaza; advierte, y lo que le vociferò a Andrès Rosillo, no es el resultado de la ìra que le ha embargado su corazòn, sino que es algo que èl aplicarà lo màs fiel que su posiciòn social y poderìo econòmico lo permitan: Le harà la vida imposible a Luz y Andrès; se convertirà en el peòr obstaculo para la felicidad de ambos; utilizarà todo su poder patrimonial y sus influèncias para que Luz regrese a su lado, aunque sea solamente por mantener las apariencias, sin importar que no exista amor alguno, porque para Rangel lo importante es recuperar y limpiar su honor manchado; es decir que Francisco utilizarà todo lo que estè a su alcanze para separar a Luz de Obando, de Andrès Rosillo; y lo harà por lo que èl considera màs un acto de honor y justicia, que de venganza.

A lo largo de los meses posteriores Luz y Andrès, retoman su concubinato clandestino; aquella maravillosa uniòn libre genuina, prohibìda, autentica, y colmada de ese amor infinito de pareja que supera todas las vicisitudes, y exclusivamente se lògra con esa màgia y esa quìmica que existe cuando el universo se confabula para que asì suceda; aunque a veces se conspire en favor de la misma sangre convertida en incesto sagrado.

En la parròquia de Simacota ya comienza a sentirse la austeridad econòmica, y las necesidades bàsicas podrìan volverse evidentes. Por este motivo Andrès junto con dos indìgenas y tres esclàvos, inician en el solar y pàtio trasero que ùnen la iglesia con la casa cural, la construcciòn discreta, silenciosa, y lo màs desapercibida posible de un alambique...Otro de los talentos ocultos del canònigo y adulterino don Andrès; hasta la misma Luz està extrañada y a la vez asombrada; pero son las primeras pinceladas del gran supernegocio que sacarà definitivamente de pobres, a la iglesia del pueblo, a Luz de Obando, y a Andrès Rosillo; porque no hay mejor rentabilidad que las extraordinarias ganancias de lo prohibìdo; no existe mejor negocio que lo prohibìdo. Tan prohibìdo y arriesgado, que Andrès solamente hasta la terminaciòn de la rùstica construcciòn, le revela a Luz, a los dos indìgenas, y a los tres esclàvos, cuàl es el sigìlo, el secreto, y el misterio por el que se ha hecho este alambique aquì en el patio trasero de la iglesia y la casa cural; solar trasero que jamàs se habìa utilizado para absolutamente nada.
Cuando ya todo està listo y debidamente pulido con las especificaciònes exàctas que Andrès dispuso; y financiada la construcciòn del pequeño alambique, con la venta de la casa de Martina madre de Luz, de donde tambien se compran utensìlios y demàs elementos de trabajo; y se fìja la primera bàse monetària del nuevo negòcio...A la primera persona a la que el canònigo le confiesa lo que va a realizar, es obviamente a su primera dama.
-Mi querida Luz; de esta pobreza en la que nos dejò Francisco Rangel; saldremos, fabricando "la bebida del diablo"- dice Andrès tajante.
-¿A què te refieres cuando dices "bebedizo del diablo"?- pregunta Luz misteriosa y en la misma voz baja en la que Andrès le conversa.
-Nos haremos ricos fabricando...aguardiente- responde el clèrigo secreteandole a su amada, que respirando asustada, recuerda que en estos finales del siglo dieciocho, el aguardiente està estrìctamente prohibìdo, y severamente abolìdo; e incluso la iglesia de esta època considera al aguardiente como una de las "bebidas del diablo" calificandolo de bebida mortal, orìn de Lucifer, veneno sabroso pero que apelotarda y vuelve tòrpe de por vida a quien òse tomarlo, y otros apodos màs.
Andrès Rosillo aprendiò a realizar una de las fòrmulas màs pùras y deliciosas de la que se tenga noticia en los anaquèles secretos de la Nueva Granada, para la fabricaciòn de aguardiente. La fòrmula y el còmo producirla, las aprendiò de manera ultrasecreta y rigidamente cuidadosa, cuando èl era apenas un seminarista y se ganò la confianza de una comunidad de fràiles españoles radicados en Santafe de Bogotà mientras Andrès estudiaba para convertirse en sacerdote. Desde hacìa varios años estos fràiles, publicamente en el dìa predicaban desde el pùlpito, que un buen hijo de Dios no podìa tomar tragos prohibìdos o bebidas del diablo; pero en la noche esos mismos fràiles fabricaban aguardiente clandestinamente para aliviar las penas, los frìos extremos santafereños, curar el desanimo, e incluso sanar "los males de trìpa", los males de estomago, y de paso enriquecerse a còsta de lo prohibìdo, que por el simple hecho de ser prohibìdo, es lo màs costoso. Se dice que hasta los virreyes de esta colònia española del Nuevo Reino de Granada, sin excepciòn han sido adìctos a tan dulce y àgria bebida que encandelilla y alegra el alma, y la pone a volar. Pero en El Nuevo Reino de Granada, fabricar, producir, traficar, y distribuir aguardiente, es un delito tan grave que puede castigarse incluso con la reclusiòn por decadas en mazmorras españolas ubicadas en el Caribe o en la misma España si es necesario. Traficar y producir aguardiente es un delito tan peligroso que publicamente nadie se atreve tan siquiera a pronunciar dicha palabra, porque ese simple hecho le podrìa generar sospechas a esa persona. Pero Andrès Rosillo, amante del riesgo como siempre, agrega desde ahora una nueva actividad clandestina, a su ya larga lista de actividades prohibìdas, dejando escrito para la historia que fue precisamente èl, el canònigo Rosillo, el fundador de la primera fàbrica de aguardiente que existiò en Simacota y alguna extensa parte de la Nueva Granada. El clèrigo sabe a lo que se expone, y està dispuesto a asumir el riesgo; tal y como lo asumieron en el pasado, los fràiles españoles que introdujeron y enseñaron a producir la bebida en la Nueva Granada; asì como en otras colònias españolas en tierras amèricanas la evangelizaciòn forzada la introdujo la cùria; de la misma manera esa evangelizaciòn la introducen ellos trayendo consìgo fòrmulas secretas de bebidas alcohòlicas prohibìdas...En las còstas caribeñas enseñan a las colònias, junto con las ìslas, y demas zonas costèras a fabricar ron, que tambien està prohibìdo...Tal y como los curas españoles que llegan a Mèxico son los que enseñan e introducen la fabricaciòn clandestìna de tequìla, basados en la fòrmula del aguardiente, pero con la diferencia de que la mezcla la realizarìan cien veces màs fuerte, para asì dar origen al tequìla...De la misma manera que es la cùria portuguesa de la colònia, la que introduce en Brasil y les enseña a ellos, la fabricaciòn de cachasa, basados tambien en una fòrmula similar a la del aguardiente, pero con una destilaciòn un poco diferente. Quedando escrito para la clandestìna historia negra de la cristiandad; que son el clèro español y el clèro portuguès catòlicos, los que sientan las bàses de la "bendita" y apetecida alcoholizaciòn Suramericana, Centroamericana, y del Caribe; tal y como el pastoral luterano, protestànte, y anglicano se encargarìan de sentar las bàses alcohòlicas de Norteamerica , al introducir en esa parte del Nuevo Mundo las fòrmulas secretas del whisky y el brandy que tambien son prohibìdas por los ingleses en sus colònias del Nuevo Continente. Asì se registrò para la historia, que las tres Amèricas quedarìan "agradeciendo" por los sìglos de los sìglos, gran parte de su "santìsima" alcoholizaciòn, a las iglesias cristianas: Catòlica, Luterana, Anglicana, Protestante, y Evangèlica; porque como lo dirìan para sus adentros, algùn obispo, arzobispo, cardenal, pastor, predicador, y Papa: -Toda iglesia es una puta santa!.
Pero como en el caso especìfico de la Nueva Granada, el sòlo hecho de pronunciar tal "bebedizo del diablo" , aguardiente, generarìa problemas; entonces los fràiles españoles tambien le crearìan una palabra clàve: Como la palabra aguardiente tiene once letras, A G U A R D I E N T E , entonces el nombre clàve serìa: LAS ONCE.
De esa misma manera Luz, Andrès y los demas implicados llamaràn secretamente a la "peligrosa" bebida: Las once.
En el solar detràs de la iglesia y la casa cural de Simacota, el alambique construìdo se ha dividido en dos: La zona màs grande para fabricar el aguardiente, y la otra zona, que es la pequeñita, para fabricar sorbètes naturales de todas las frutas y venderlos por la ventana de la casa cural que dà a la plaza central del pueblo; porque Andrès necesita un negocito legal que le sirva de soporte para justificar los discretos trabajos del alambique y algunos ruidos poco sonoros que se puedan producir. Cualquier duda de alguien de afuera se justificarà con la fabricaciòn de jugos naturales para el sostenimiento de la parròquia, y asì poder tapar su gran negocio prohibìdo, clandestìno, y juridicamente peligroso.

La maravillosa idea del abate Rosillo, resulta ser un increìble mercado redondo; Andrès y Luz lògran crear una red de distribuciòn que cùbre Simacota, El Socorro, y los pueblos aledaños de ambos; y a veces con algunos envìos demorados pero tambien fructiferos a Tunja y Santafè. Esclàvos e indìgenas bien pagados, son los encargados de transportar en caballos y mùlas; garràfas y cantinplòras de bàrro, repletas de delicioso y pùro aguardiente, camufladas entre los demas recipientes y jàrras que llevan sorbètes de frutas naturales por si son requisados en el camino por alguna autoridad. El supernegocio es de tal rentabilidad, que hasta los esclàvos que trabajan con el clèrigo en su secreta empresa, se convierten en esclàvos con sueldo, y los indìgenas empleados tambien estàn muy bien pagados, ya que Andrès al retribuirles con apetecidos salarios; màs que pagarles por su trabajo, en realidad les està es comprando su silencio. Y si hay que sobornar a algunos guardias de camino, no hay problema; las ganancias tambien alcanzan hasta para eso y màs.
La rentabilidad es tal, que las jugosas donaciones que en el pasado les hacìa Francisco Rangel, ahora son catalogadas como poca cosa, al lado de lo que està generando la producciòn y el tràfico de aguardiente; a tal punto que cuatro despues, Andrès Rosillo y Luz de Obando son archimillonarios.
-Benditas sean las once, viva por siempre el aguardiente- exclama pacito el canònigo Rosillo con la alegrìa reprimìda que le produce contar tanto dinero y joyas, porque quien no tenga para pagar la bebida deliciosa con dinero, morrocotas, o monedas, puede pagar con joyas.
Sin embargo Andrès controla a su diosa para que ninguno de los dos jamàs haga obstentaciòn alguna. Ambos son adinerados pero secretamente, de puertas hacia adentro, porque de la casa cural hacia afuera, Luz de Obando continua siendo tan sòlo la sirvienta de la casa cural y encargada de las labores de asistencia y quehaceres domèsticos de la parròquia, mientras que el clèrigo continua siendo el sencillo y descomplicado pàrroco de Simacota, gestor de la moral y las buenas costumbres, aunque todavìa exista en el papel, una sociedad de damas ilustres que le ayudan en el intento; igualmente continua siendo abogado de los pobres, cuando los pobres asì se lo requieren...Tambien èl se las arregla para continuar en su labor subversiva comunera...Y en el solar trasero de la iglesia, fabricando aguardiente para distribuir a los adultos, y jugos naturales para distribuirle a los niños, aunque la verdad sea dicha, son màs los jugos de frutas que Andrès y Luz regalan a los pobres, què los que venden; pero eso no le importa a la feliz pareja..."Regalemos jugos a todos, que el dios del aguardiente proveerà". Andrès dirige la producciòn y distribuciòn de las ONCE, mientras que Luz se encarga de llevar la contabilidad, y de regalar los sorbètes de frutas atravès de las ventanas de la casa cural.
-Amor mìo, lleva tù la contabilidad, que a ustedes las mujeres les rinde màs toda riqueza- le decìa el clèrigo a su sobrina, mientras le enseñaba las cuatro operaciones bàsicas de las matemàticas, que Luz aprendiò con gran destreza, ya que en esta època la mayorìa de mujeres no saben sumar, ni restar, ni multiplicar, ni dividir. Sin embargo Luz de Obando aprende rapidamente y sin escatimar esfuerzos.
Pero lo prohibìdo se paga con un alto precio, y Andrès Rosillo ya tiene en su historial tres motivos màs que suficientes para llevar al paredòn a cualquiera: Sacerdote catòlico de romance clandestino con su propia sobrina; insurgente contra la corona española y toda autoridad que la represente; y desde hace cuatro años, productor y traficante de aguardiente. Lo unico que lo sàlva es su sotana, su apellido Rosillo, y su preparaciòn que lo catalòga como uno de los abogados magistrales con enfasis en derecho canònico màs eminentes con cierta fama y prestìgio ya, en gran parte de la Nueva Granada.

Sin embargo estos han sido tambien los mismos cuatro años en los que Francisco Rangel no se ha resignado para nada: Ha ìdo a hablar con el obispo de la regiòn que le prometiò hacer algo para que Luz de Obando regrese a su lado como su legìtima esposa. Luego Rangel al ver que el proceder del obispo de la regiòn era tan lento, entonces se fue hasta Tunja para hablar con el arzobispo de esa ciudad, a ver si podìa hacer algo...Dicho arzobispo tambien le prometiò no cruzarse de brazos, pero lo unico que hizo fue trasladar el caso al arzobispado de Santafè, adonde tambien llegò a exigir justicia ante las autoridades eclesiàsticas que ya tienen desde antes de la llegada de Rangel, algunos elementos donde catalògan al canònigo Rosillo con la mala fàma de ser un "clèrigo problema".
Francisco Rangel siempre expone el argumento de que su esposa lo abandonò para irse a vivir con el cura del pueblo que a la vez es su tìo. Los conductos regulares y los despachos que visita Francisco, siempre tratan de eludir la denuncia, por lo que hay sacerdote de por medio; entonces se tiene tambien la sospecha que si la susodicha Luz de Obando se fue a vivir con su tìo y tutor espiritual, es porque seguramente Rangel le daba mala vida.
En Santafè Francisco tiene algo de suerte, y por su prestància y posiciòn social es recibido por la alta cùria que lo escucha con atenciòn. Un obispo sèrio y tìmido, en representaciòn del arzobispo, se encarga del caso, pero en realidad a este gòdo obispo no le interesa tanto el abandono de Luz de Obando que le narra Francisco en su exposiciòn; la verdadera preocupaciòn de la cùria santafereña, es que se nombre tan insistèntemente a un sacerdote de la santa madre iglesia llamado Andrès Rosillo, del que ya se tienen informaciones de otras fuentes de ser un cura dìscolo, solapadamente rebelde, y segùn se rumora, partidàrio de los "atèos" comuneros.
-Don Francisco Rangel, reciba usted la bendiciòn del señor arzobispo, y mi humilde bendiciòn para que Dios nunca deje de estar presente, ni siquiera en estos dificiles momentos que usted està pasando. Tiene usted mi garantìa de que se tomaràn medidas al respecto- ha dicho el obispo de pocas palabras, otorgandole asì alguna esperanza a Francisco, de que algo se va a hacer.
-Yo sòlo exigo como esposo agraviado y deshonrado, que mi legìtima esposa y con la cual me casè en santa ceremònia catòlica, apostòlica y romana oficiada por el padre Andrès Rosillo; regrese a mi lado- dice Francisco mientras se arrodilla para besar el anillo del obispo; y de pàso le entrega una carta sellada que le ha enviado el corregidor de Simacota don Pantagruel Madrazo. Carta donde èste expresa con sùmo respeto las reservas e inconformidades que tiene con respecto al pàrroco Andrès Rosillo. Porque desde hace algùn tiempo, sin duda alguna, el canònigo Rosillo se ha convertido en un lìo disimulado, pero lìo al fin y al càbo, para la alta cùria de Santa Fe, que al dìa siguiente de la visita de Francisco, se reune en plèno para tratar un sòlo tema: Andrès Rosillo...Entonces se toman decisiones al respecto, partiendo de la bàse de que el abate Rosillo no puede permanecer màs tiempo en Simacota.
Lo unico que no se atreve a expresar el corregidor en su misiva, porque no està totalmente seguro, es lo referente a las sèrias sospechas que èl tiene de que en el solar trasero de la iglesia se estè fabricando algo màs que simples jugos de frutas; aunque todavìa no sepa exactamente què.

Y algunas semanas despues Andrès entra en un ataque de fùria porque la correspondencia que llega de Santa Fe, es contundente.
-Maldita sea esta carta; malditos sean todos ellos- exclama con ìra el prelado, inerme y ofuzcado ante la mirada desconcertante de Luz que trata de calmarlo.
-¿Pero què te pasa mi canònigo?...¿Por què te has puesto asì?- pregunta la bella dama mientras abraza a Andrès consintiendolo. El abate le entrega la carta para que ella misma la lea...Luz en un comienzo lee en voz baja, pero poco a poco va aumentando el volumen de su sensual voz...
...-Entonces se le ordena al clèrigo Andrès Rosillo, que acatando los desìgnios de la santa madre iglesia, se translade y tòme posesiòn lo màs pronto posible, como nuevo capellàn de la parròquia de la Villa de la Santa Inmaculada Concepciòn de Fòmeque, considerada tambien tierra de Dios-...Luz respira profundo y deja de leèr la misiva mirando resignada a los ojos de su clèrigo amado, que se calma un poco.
-En fin; tampoco me puedo enfurecer tanto. Doy gracias al Todopoderoso de que estos casi nueve años aquì en Simacota marcaron mi vida. Te conocì como mujer, me enamorè de tì, tenemos una relaciòn estable imperfecta pero bonita; los ultimos cuatro años el alambìque de aguardiente solucionò nuestro futuro llenandolo de prosperidad con crèces. Y reconozco que lo unico que verdaderamente me ha dolido es que en este tiempo me tocò darle el ultimo adios a mi adorada hermana, que Dios tenga bajo su luz perpètua- dice Andrès con tristeza mientras hace su rapido balance refugiàndose en los brazos de su dueña que lo consuela.
-Y lo peor de todo es que ante las ordenes de arzobispado; no hay nada que se pueda hacer, sàlvo cumplirlas. Como se dice en el argot eclesiàstico: O las ordenes se cumplen, o se acaba la iglesia- termina de decir el canònigo, resignado a su suerte.
-Detràs de todo esto debe estar la porquerìa del corregidor ese- dice Luz indignada.
-Y el hijueputa de tu esposìto- redondea Andrès con disgusto.
-Mi unico "esposo" eres tù- refuta Luz secamente.
Ambos quedan en silencio por un rato como si intentàran planear sin pronunciar palabra el pàso a seguir, que no es otro que el desmonte del alambìque, la liquidaciòn de la clandestina empresa, con el mismo sigìlo con el que la fundaron hace un cuatrènio; y el cierre de ese cìclo de ocho largos años ejerciendo como pàrroco y otras cositas, en la apacìgue, chismosa y calurosa Simacota, casi nueve, que jamàs se repetiràn, ni para Luz, ni para Andrès.
-¿Me llevaràs contigo?- pregunta Luz a media voz, rompiendo asì con el silencio. Andrès conmovido enciende una vela porque ya està empezando a oscurecer; se acomoda en su sillòn, y sienta a Luz sobre sus piernas.
-Mi amadìsima loquita...¿Acaso me creès capàz de dejarte?...¿Piensas que podrìa dejar de escuchar tu voz, aunque sea cuando estàs brava?...¿Acaso tengo la capacidad de dejar de sentir tus carìcias; dejar de sentir tus besos, dejar de beber tu nectar de flor imponente y hermosa?...¿Acaso soy capàz de dejar de recibir tu amor, cuando tu amor es la bàse de mi existir?...Ni siquiera soy capàz de morirme sin tì- dice Andrès con gran sensibilidad mientras que Luz inclina su cabeza recostando su ròstro en el de Andrès que la besa en el cuello...Ambos se entregan siempre como si fuera la primera vez, porque màs que hacer el amor Luz de Obando ya es el amor personificado de pareja còsmica y ardiente, que asciende a la màs sublime profundidad celestial de los sentidos...Con el sòlo hàlo de su esbelta figura, esta divina fèmina podrìa resucitar al màs muerto de los hombres...Luz de Obando naciò para ser insaciablemente esplendoròsa, amor de paraiso celestial y sexo de paraiso terrenal, porque la vènus alteza Luz de Obando es antetodo y por sobretodo, còito de diosa purificada perfumada por virgenes, còpula de màja que quita el pecado del mundo, dichoso el invitado a esta cena en la màs enardecìda seducciòn; sagrada en el momento de poseerla; versiculos de clìtoris en su màs elixir vulva...Despues de esta preciosa dama en la calle y majestuosa meretriz en la cama; solamente la muerte; y despues de la muerte, el erotìsmo eterno de Luz de Obando y su amor perpètuo.


EL CANÒNIGO Y ADULTERINO DON ANDRÈS
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COPYRIGHT BY JORGE JIMÈNEZ FLÒREZ

martes, 13 de noviembre de 2007

EL CANÒNIGO Y ADULTERINO DON ANDRÈS (CAPÌTULO 4)


EL CANÒNIGO Y ADULTERINO DON ANDRÈS
ES UNA OBRA DEBIDAMENTE REGISTRADA
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(ANTES DE LEÈR ESTE CAPÌTULO 4; LEE PRIMERO LOS CAPÌTULOS ANTERIORES; LOS ENCONTRARÀS MÀS ABAJO; Y EN EL LINK DE ENTRADAS ANTIGUAS)


EL CANÒNIGO Y ADULTERINO DON ANDRÈS


NOVELA ORIGINAL: JORGE JIMÈNEZ FLÒREZ.


CAPÌTULO 4


..."Matrimonio"...Esa es la palabra que està rondando la cabeza de Andrès Rosillo, mientras cabalga sobre los dificiles caminos de herradura que marcan su regreso a Simacota, despues de su cita con el señor obispo.
Matrimonio...Apenas comienza a aclararsele la idea; pero para acallar a todas y todos, hay que tomar un soluciòn dràstica de una buena vez: Hay que casar a Luz de Obando; no para alejarla del clèrigo, porque al fin y al cabo ambos se aman verdaderamente; màs sin embargo Andrès y su àma deben aparentemente alejarse, porque ya no es una sino dos, las reputaciones que estàn en juego. El canònigo y adulterino es consciente de la magnitud del escàndalo que se puede avecinar, donde los nombres de Luz de Obando y Andrès Rosillo, sigan de boca en boca; pero no por sus labores humanitarias como pàrroco y defensor litigante de los pobres y desamparados, sino por su talento para enamorar a su propia sangre, a su escultural sobrina.
Hay que silenciar al gran demonio del chisme, y hay que acallarlo tan contundentemente, que cada quien, hasta con remordimiento de consciencia, tenga que embutirse cada una de sus palabras, comentarios, y sarcasmos.

Despues de su llegada en la noche; y ya en la intimidad de la casa cural, la discusiòn y el atercado entre Luz y Andrès, aunque se produce a punta de cuchicheos, porque en esta relaciòn hasta las peleas tienen que ser ultrasecretas; el altercado entre ambos es tenàz y dificil, tanto para ella como para èl.
-Clàro que yo sì me quiero casar; pero contigo maldita sea!- exclama Luz brava, ante la descabellada soluciòn que le plantea Andrès.
-¿Acaso olvidas que soy sacerdote?- dice Andrès, màs en tono de afirmaciòn que de pregunta -,y aunque lo olvidaras, por màs de que yo no fuera sacerdote, tampoco podriamos casarnos porque sòmos sobrina y tìo, por si ya no te acuerdas.
-Olvide ese aspecto hace mucho tiempo, y si tanto te preocupa, entonces renuncia al sacerdocio...Y no soy culpable de que seas mi tìo; uno no escoge a la familia, pero sì a la persona que desea amar; y yo te escogì a tì, mucho màs de lo que tù me hayas escogìdo a mì. Por eso no acepto que estès amedrentado ante las sospechas de tu bendito obispo ese, que hasta marica serà- responde Luz en tono de severo regaño para su clèrigo.
Los animos se exaltan cada vez màs, y los insultos van y vienen de lado y lado. Esta es la primera pelea entre ambos desde que conviven clandestinamente como pareja, y ocurre en una de esas noches de viernes en Simacota, cuando por ser el inicio del fin de semana, sus habitantes se reunen en la plaza del pueblo a organizar tertulia y armar la fiesta de la noche, a punta de buena chìcha para los pobres, y buen vino para los que tienen con que pagarlo, por su clase social, o por simple apariencia...Son viernes de bohemia al aire libre, pequeñas fiestas improvisadas, y presentaciones artisticas de teatro, mùsica, y circenses, de bajo nivel pero dìgno del transcurrir de esta Simacota rural, perdida en estos tiempos de la colonia. El corregidor Pantagruel Madrazo supervisa que nadie se ponga belicoso, ni mucho menos que la alegrìa vaya a dar paso a los desmanes; ya que èl siendo de España, nunca hubiera podido vivir en su propio paìs, con el prestìgio, respeto, privilègios y nivel social del que goza en estas tierras de Indias, del Nuevo Reino de Granada; porque don Pantagruel es de tan baja, pero de tan baja ralèa en la peninsula ibèrica; que su padre a quien solamente viò en un par de ocasiones, tan sòlo era un alcoholico ayudante de puerto, y su madre una prostituta barata de cualquier esquina. ¿Sin embargo por què Pantagruel Madrazo llegò a parar a un sìtio tan distante de España, como lo es Simacota en la Nueva Granada?...Porque ante la corona española, estos cacerìos de las colonias americanas, no son màs que despellejaderos olvidados hasta por el propio olvido, donde se pueden enviar a esta clase de sujetos españoles incultos, malolientes, que en vez de hoja de vida, tienen prontuario, necesiten deshacerse de ellos, y que sean bien aventureros para poder cruzar el ocèano, y ojala el barco se hundiera, no importa; y en caso de que no se hunda, finalmente llegar aquì a la Nueva Granada, tierra de todos y de nadie.
Ademas un muerto de hambre como Pantagruel Madrazo, antes de convertirse en corregidor no tenìa nada que perder; simplemente se arriesgò y aceptò su nombramiento de Corregidor, en un sìtio que ni siquiera aparecìa en el mapa, y del que unicamente sabìa, que quedaba en el Nuevo Reino de Granada, en el norte de suramèrica; y sin olvidar el principal aspecto: Don Pantagruel era el ùnico candidato para este cargo de corregidor de Simacota, y por eso se presentò voluntariamente para que lo nombrara un emisario de sexta del rey; ya que antes de don Pantagruel, Simacota durò sin corregidor catorce años y seis dìas.

Pero las fiestas de fin de semana en la plaza y las escasas calles de Simacota, solamente son para los hombres de todos los penambres, y las mujeres de mala vida que se consideren las màs buenas; ya que las mujeres distinguidas se quedan en casa. Y una de esas mujeres distinguidas es Luz de Obando que continua peleando con su clèrigo a escondidas; y dos cuadras màs abajo doña Martina Rosillo que ademas de su terrible enfermedad pulmonar, tambien la agòbian las murmuraciones, rumores, y comentarios que sus curtidos y càstos oìdos logran percibir cada vez màs y màs, incluso, cuando algunas gèntes pasan hablando en voz baja por el frente de su casa...Gèntes que siguen pregonando como secretos a viva voz, cantidad de cosas incestuosas y obscenas de su hija, y de su hermano.
Y mientras disgustada escucha tales comentarios, Martina recuerda cuando Andresito era un adolescente que apenas tenìa su despertar sexual, y todavìa no habìa entrado a realizar sus estudios superiores; su hermana Martina tenìa que defenderlo muchas veces, cuando el inquieto Andresito habìa intentado sobrepasarse con algùn fino acoso sexual hacia alguna vecina bonita, coqueta, y no coqueta. Martina siempre alegaba que su hermanito "chiquito" era incapàz de "semejante monstruosidad", aunque en el fondo, ella sabìa de los alcanzes de su precòz hermanito menor, que incluso a veces le realizaba preguntas de sexo con las que ella se sonrojaba y terminaba evadiendole el tema.
Martina nostàlgica y melancòlica recuerda aquellas èpocas tratando de olvidar y de no pararle bolas a las habladurìas que ya se estaba acostumbrando a escuchar, casi que a la fuerza, en la pacata y escandalosa Simacota que con sus lènguas envenenadas y viperinas, rumoran en secreto a viva voz, frases como..."La putita Luz de Obando y su canònigo pecador duermen juntos"..."El angelical ròstro del padre Rosillo limpia el sagrado y perfecto cùlo a su bella sobrina"..."El cura Rosillo y su zorrita Luz solamente cumplen con el sagrado mandato de la biblia: Crecèos y multiplicàos"..."Bendito el padre Rosillo que ama a Luz de Obando por sobre todas las cosas"..."Quien fuera cura para coronar a tan divina diosa"..."Dios dijo, hagasela luz, y Luz se la hace al canònigo Rosillo"; exclaman en voz muy baja los màs burlones y satìricos.

Y en la casa cural continùa la pelea conyugal...
-Tù lo que quieres es deshacerte de mì a como dè lugar- espeta Luz de Obando furiosa a la vez que manotea golpeando el pecho de Andrès que intenta abrazarla para tranquilizarla.

-¿Pero còmo puedes juzgarme asì?...Si yo lo que quiero es lo màs conveniente para los dos...Estoy intentando arreglar las cosas de la mejor manera, para que tù y yo podamos seguir estando juntos sin que todo este amor tan hermoso que hemos construìdo se nos vaya a salir de las manos- replica Andrès mientras que Luz queda callada con su rostro rìgido y disgustado.
-Amada mìa; mirame a los ojos y respondeme sinceramente...¿Acaso tengo la mirada de un hombre que ya no quiere a su reina?.
De los ojazos marrones de Luz brotan un par de làgrimas, màs de rabia, que de tristeza; pero ella responde con voz melancòlica.
-Veo la mirada de un hombre que me ama y me desea infinitamente...Pero tambien veo la mirada de un hombre que tiene miedo.
Andrès la continua abrazando, esta vez con màs fuerza, y de una manera entrañable.
-Clàro que tengo miedo; y es el miedo a perderte- dice Andrès con su actitud conmovedora, y la voz temblorosa.
De repente alguien llama a la puerta de la casa cural, golpeandola bruscamente y de manera afanosa. Luz y Andrès se asustan intercambiando sus miradas ante el ruido de la puerta que continua siendo golpeada insistentemente. Andrès asume su compostura de sacerdote, y abre la puerta...Es una jovencita angustiada.
-Padre Rosillo, que pena tocar asì en su puerta, pero es urgente que usted vaya a la casa de su hermana...Doña Martina se està muriendo y de manera desesperada grita su nombre y el de su sobrina.
Luz que està a un lado de la puerta, escucha todo, y junto con Andrès, y la jovencita, los tres salen corriendo angustiadamente hacia la casa de Martina. Al llegar allì, en la entrada se han aglomerado vecinos y curiosos. Luz y Andrès logran abrirse paso entre la pequeña multitud reunida; ambos entran y se dirigen a la alcoba de Martina que agoniza en su cama mientras el doctor Hernandez bastante descompuesto, le aplica toda clase de medicamentos para aliviarle el ahogo como sea.
-Aquì estamos...Tranquila hermanita, que aquì tu hija y yo, estamos contigo- dice Andrès tomando la mano de Martina; luego el clèrigo junto con Luz observan al doctor Hernandez que detràs del espaldar de la cama; niega triste moviendo su cabeza, dandoles a entender a ambos que ya no hay nada màs que la medicina de esta època pueda hacer por doña Martina; que con sus ojos entreabiertos, y su cara palida habla con gran esfuerzo.
-Hija; Andrès, acerquense un poco màs; ya me ha dicho el doctor Hernandez, que esto no es contagioso...Hija; perdoname por haberte ocultado mi verdadera enfermedad todo este tiempo, pero nunca quise depender de tì, ni mucho menos verte sufrir. Tampoco le reclames a tu tìo por no haberte dicho; fue una exigencia que yo le hice.
-¿Pero què es lo que tienes mamà?.
-Algo que no tiene nombre; segùn el doctor Hernandez, mis pulmones estàn podridos; y no tengo pulmones nuevos.
Luz mira con cierto reclamo al doctor Hernandez.
-Lo siento Lucecita, pero tu madre jamàs me autorizò para decirte nada- dice el doctor Hernandez de manera resignada.
-En medio de todo ya no importa; ya lo sabes hijita; y creeme que a pesar de las circunstancias, no siento ningùn miedo de morirme...Lo contrario, siento en estos momentos, la presencia de Dios màs que nunca; asì que alegrense porque lo voy a conocer primero que ustedes. Me queda muy poco tiempo de vida; pero cuando yo muera, no vas a quedarte sòla; porque esa es la otra promesa que tu tìo cumplirà; no desampararte jamàs, o por lo menos hasta que estès bien casada...¿Cierto Andrès?.
-Sì; es muy cierto; pero no te esfuerces màs en hablar- ruega Andrès con tristeza.
Y ya en un tono màs ìntimo; Martina toma un segundo aire; con su mano izquierda toma una de las manos de Luz, y con la derecha, toma una de las manos de Andrès.
-Quiero morirme tranquila y por eso es importante que despues de mi muerte, nadie vuelva jamàs a hablar toda clase de cosas de mi hija, o de mi hermano. Pàrto de la buena fe, de que todo lo que se ha dicho hasta ahora, tan sòlo son chìsmes e injùrias de gèntes sin oficio. Pero aùn asì, tràten de solucionar ese tema sin que la reputaciòn de ninguno de los dos se vea afectada- dice Martina en tono ahogado pero maternal.
-Hija, alcanzame la biblia que està en el armario.
Luz acongojada abre el armario, y le alcanza una vieja biblia que intenta entregarle a su madre.
-No; a mì no me la dès...Padre Rosillo, hazme un ùltimo favor; aplicame la extrema unciòn- dice Martina en un tono mezclado de solemnidad y lùto. Luz se acomoda en la cabecera de la cama colocandose detràs de su madre, recostandole con cuidado la cabeza en su pecho; es un cuadro afligìdo porque es la despedida definitiva de la mujer que la tràjo al mundo y que con gran valentìa y fortaleza, sacò a su hija adelante, sòla, y la convirtiò en toda una dama de sociedad. El padre Rosillo resignado a la voluntad de Dios, y con sus ojos llorosos abrè la biblia, y en el màs puro y orado latìn pero con su voz deprimida, le aplica a su hermana y segunda madre, los santos òleos; ante el llanto profundo de Luz de Obando que inunda su ròstro en làgrimas, no solamente por su madre que se està muriendo; sino porque nunca antes en su vida, la bella hija de Martina, habìa visto impotente, llorar a su amado canònigo; mientras que èste aplica por primera vez, la extrema unciòn a alguien de su propia familia.
Y despues de dicho acto, Martina Rosillo abandonandose en los brazos del todopoderoso, exclama con toda tranquilidad.
-Andresito; cuida mucho a mi hija; siempre...Gracias...No lo olvides; es tu sobrina...mi hija- y dando un ultimo suspiro; Martina muere a los 49 años de edad. Luz y Andrès abrazando el dèbil cuerpo de Martina, llòran desconsoladamente ante la mirada triste del doctor Hernandez que los acompaña inerme y con la frustraciòn de que la atrasada medicina de este siglo dieciocho, no le haya permitido a Martina Rosillo, salvar su vida.

Tres dìas despues se realiza el sepelio de Martina; exequias a las que toda Simacota asiste sin exclusiòn alguna, y en entierro catòlico que es oficiado por el padre Andrès Rosillo; que vive la amarga experiencia de lo que siente un sacerdote al tener que oficiar un entierro de su propia sangre; y en este caso, de su propia hermana, a la que el clèrigo siempre llevarà en su corazòn.
En primera fila dentro de la iglesia, Luz de Obando vestida totalmente de negro, con su hermosa cara desmaquillada y cubierta por un velo; pero que a pesar del lùto y de lo descompuesta que està por la muerte de su madre; aùn asì, Luz hasta de negro fùnebre se ve preciosa. Su mirada parece extasiarse observando el fèretro donde reposan los despojos mortales de su progenitora. Y al final del sepelio; Andrès Rosillo levanta la tapa del ataùd y de la manera màs tierna se despide para siempre de su difunta segunda madre y unica hermana, dàndo un bèso en la frìa frente del cuerpo sin vida de Martina Rosillo. La ceremonia ha sido sencilla pero conmovedora.
Regresando del cementerio; toda la gente se encierra en sus casas en el màs absoluto silencio, pues aquì en la Nueva granada, como ocurre en los demas virreinatos de colònias españolas, cada vez que hay un muerto en el pueblo o ciudad que sea; todos los habitantes del respectivo pueblo, o entorno citadino, quedan de riguroso lùto decretado por las apariencias, asì jamàs hayan tenido contacto alguno con la persona fallecida.
Luz de Obando devastada, va de gancho con su clèrigo; y ambos se encierran por diez dìas dentro de la casa cural donde se desconectan del mundo y no se dejan ver para absolutamente nada durante esos diez dìas. Tampoco se realiza ninguna ceremònia religiosa, y ni siquiera se abren los cortinales de las ventanas de la casa cural; la iglesia permanece cerrada, y el pueblo comprensivo acepta estàs tristes actitudes que han asumido Luz y Andrès, de riguroso y estricto lùto donde ninguno de los dos puede ser molestado por nadie, asì estè lloviendo el diluvio universal.

Semanas despues y superado el lùto por la muerte de Martina Rosillo, la vida debe continuar. Simacota, Luz y Andrès vuelven a retomar su cauce; tanto el pàrroco como su sobrina han estado trasteando algunas cosas de la casa de Martina, que por decisiòn de Luz y Andrès, permanecerà clausurada y deshabitada, para que segùn la creencia, el espìritu de Martina recoga tranquilamente los pàsos, y regrese todas las veces que quiera, y de la misma manera se marche temporal o definitivamente segùn la voluntad del creador.
Las habladurìas y murmuraciones se han acallado temporalmente por respeto al lùto que embargaban a Luz y su tìo. Sin embargo cuando nuevamente han comenzado a rumorarse toda clase de andanzas entre el padre Rosillo y su sobrina; Andrès retoma el asunto de casar a Luz a como dè lugar y sin derecho a vacilaciones; pùes donde los disimulados escàndalos de la poblaciòn por la secreta relaciòn de ambos continùe; serà el obispo de la regiòn el que tòme medidas.
Es por eso que en alguna noche tranquila, Luz y Andrès se desvelan discutiendo y mirando posibilidades y estratègias radicales que van a cambiar dràsticamente la vida del clandestino concubinato. Resignados ambos por no haber encontrado otra soluciòn diferente al matrimonio de Luz con alguien; ella pregunta con rigurosidad.
-¿Y con quièn podrìa casarme en este desdichado pueblo?...Al fin y al càbo los tipejos de Simacota siempre me cortejaban, pero ninguno me querìa para pasar la vida; todos me prometìan el cielo y la Tierra pero para pasar el rato- dice Luz aburrida.
-Todos menos uno- sentencia Andrès, que indudablemente ya tiene a alguien en mente como posible marido de Luz...Un hombre lo suficientemente ingenuo, o que por lo menos aparente serlo; y que sin saberlo, permita que Luz y Andrès continuen con su escondìdo romance, y lo principal; que ese candidato a marido, sea tan respetable, que silencie para siempre todas las habladurìas, chismes, y rumores en los que nadie vuelva a poner en entredicho la reputaciòn de Luz, y de pàso la de Andrès. Ademas si ese conejillo de indias a esposo putativo, no por adopciòn, sino por la fama de puta de Luz de Obando, es millonario, gamonal, terrateniente, ilustre y solteròn; la estratègia serà perfecta y siempre dìgna de alguien tan sagàz como Andrès Rosillo; que piensa una y otra vez en el hombre que reune todas esas cualidades para ser el forzado, improvisado, e insospechado futuro y cornudo esposo de la siempre codiciada Luz de Obando: DON FRANCISCO RANGEL.
Luz al escuchar semejante candidato, se refiere a èl despectivamente.
-Estàs loco...¿Còmo se te ocurre que me voy a casar con ese solteròn aburrido, ingènuo, sin atractivo, y que no me inspira absolutamente nada?...
-Ni siquiera que es millonario y dueño de màs de la mitad de las tierras que rodean a Simacota- replica Andrès con ironìa.
-Podrà tener todo el oro de Amèrica; pero no es el hombre para mì; ese señor puede que sea muy amable con nosotros, como siempre lo ha sido, pero ni su amabilidad, ni nada de Francisco Rangel me inspiran màs allà de las cordiales gracias...¿Tù lo que quieres es que yo me case con un vejete por el que no siento absolutamente nada?...Olvidalo!- dice Luz imponente y disgustada, huyendole a la terrible realidad chismografica que a manera de zuzurro colectivo se escucha en toda Simacota, donde los rumores de su relaciòn con el cura del pueblo, estàn por convirtirse en alaridos.
De pronto un silencio de laberinto se refleja en la discusiòn de Luz y Andrès...Ambos sin encontrar otra salida se miran mutuamente a los ojos, como si la triste realidad les hubiera ganado la batalla y los hubiera dejado extenuados.
-Està bien...Al parecer no hay màs remedio...Tù no quieres renunciar a tu egoista sacerdocio, ni a mì...Y yo tampoco quiero renunciar a tì...Entonces para que los dos continuemos con nuestra especial relaciòn; estoy dispuesta a sacrificarme, y fingirle a Francisco Rangel que me muero de amor por èl- dice Luz disgustada y burlona.
-Yo estarè contigo amor mìo; en todo momento que me necesites ahì estarè; y no permitirè que nos sigan haciendo daño con las habladurìas...Y todas esas viejas desgraciadas chismosas que estiraron sus envenenadas lènguas para que las escuchara el señor obispo; se tragaràn sus palabras, y ojala se ahogen con su mismo veneno viperino, y se atoren con sus lènguas de azufre...Desgraciadas y desgraciados hijueputas!- dice Andrès con ràbia mientras abraza a su amada, en esta decisiòn dificil pero absolutamente necesaria para no matar ese gran amor que ambos se tienen. Ahora solamente es cuestiòn de que Luz y Andrès hagan su mejor actuaciòn, para cambiar radicalmente la placentera vida de soltero y solteròn que hasta ahora lleva Francisco Rangel; aunque Rangel piense que con una mujer tan despampanante como Luz de Obando, podrà ser todavìa mucho màs placentera...Pero lo màs seguro es que no sea asì.

Como todos los sàbados en la tarde, Luz y Andrès continuan visitando y pasando agradables estadìas vespertinas en la hacienda de Francisco Rangel. Luz fìnge cada vez màs sonrisas, miradas, cariños, coqueterìas sutiles, y afectos para con el tìmido Francisco; que comienza a asimilar, còmo de la noche a la mañana la mujer màs deseada de toda Simacota y pueblos circunvecinos, està poniendo sus ojos en èl; supuestamente.
Luz de Obando sabe que su mejor arma de seducciòn es la gran belleza con la que la mano de Dios la esculpiò. Y a su vez el maduro Francisco Rangel es consciente de que no hay peòr pecado mortal para un hombre, que el de despreciar y subestimar el poder de una mujer hermosa.
Incluso pasados los meses, Francisco pide autorizaciòn al padre Rosillo, para visitar formalmente en calidad de pretendiente, a Luz de Obando, en la sala de la casa cural, y unicamente cuando el canònigo pueda estar presente para supervisar personalmente dicha visita de noviazgo.

-Agradezco a su reverencia, el beneplacito que como tutor de la señorita Luz de Obando, me otorga para visitar con intenciones sèrias a su distinguida sobrina.
-Francisco, mi buen feligres samaritano; el agradecimiento es mùtuo, por haberte fijado en toda una dama de su casa, techado de virtudes, linda, inteligente, recatada, y hacendosa como mi sobrina. Te lo agradezco, y ojala la relaciòn se fortalezca aùn màs.
Se rìega como polvora por todo el pueblo, que Francisco Rangel y Luz de Obando son oficialmente novios sin importar la diferencia de edades porque eso siempre ha sido normal; y que ya la gènte empieze a enterarse, es circunstància que alegra intimamente a Luz y Andrès; pues al fin y al càbo, que en la comarca comienzen a darse cuenta de este particular noviazgo, forma parte del plan.
"Menos mal que esa muchachita està sentando cabeza despues de la muerte de la mamà",piensan algunos..."A ver si por fin el padre Rosillo puede vivir tranquilo y dedicarse de lleno a su parròquia sin que su descarriada sobrina le estè inspirando quièn sabe què clàse de malos pensamientos a su virginal y càsto tìo, que no es màs que un alma de Dios, mientras que la sinverguenza de Luz de Obando parece un alma del diablo", piensan otros. Francisco Rangel ha mordido el anzuelo.

Francisco Rangel y Tordecilla es el ilustre descendiente de una familia de nòbles còndes españoles que conformaban esa àla monàrquica de muchos pergaminos y abolèngos que siempre estaban endeudados hasta los tuetanos, hasta el punto de tener que salir de España, màs para huìr de las deudas, que para huìr del paìs.
Los Rangel llegaron inicialmente a Caracas, con una fortuna monetaria tan austera, que aùn asì fueron vistos en estas tierras americanas, como gènte medianamente acomodada, a comienzos del siglo dieciocho. Años despues naciò Francisco, y a medida que crecìa, la fortuna economica y la suerte de los Rangel tambien creciò y volviò a florecer. Luego alguien de mucha influencia los convenciò de trasladarse a Simacota, donde encontrarìan nuevas comarcas y poblados practicamente desiertos pero prosperos y listos para sacarlos avantes, duplicando su fortuna con la adquisiciòn de terrenos, buenos gustos, lùjos, y demas refinamientos y supuestos abolengos; y en efecto asì fue. Francisco es hijo unico al que siempre le inculcaron, desgraciadamente, equivocadamente, y hasta malevolamente, que las diez màs grandes virtudes de un Rangel, son: El honor, el dinero, el honor, la dignidad, el honor, el orgullo, el honor, las apariencias, el honor, y el honor. Academicamente Francisco es un hombre muy bien preparado, se graduò en finanzas extranjeras en Europa; es màs inteligente que astuto; suspicàz pero no pensante; calculador pero no talentoso. Al morir sus padres, Francisco se convirtiò en heredero unico, y esa fue la base para la poderosa fortuna que tiene hoy en dìa. Èl siempre ha sabido llevar su solterìa; y por aquellos prejuicios provincianos, en algunos cìrculos de la regiòn se ha dudado a veces de la hombrìa de Francisco, y hasta lo han tildado esporadicamente de ser un "marica con oro", y poco amigo de mujeres...Algunos lo apodan al escondido con el sobrenombre de "Francisco Florgel".
Pero esos rumores de sus preferencias sexuales se aclaran poco a poco al saberse la noticia de que Francisco Rangel es el novio oficial de Luz de Obando. Por ser un hombre bueno con todo mundo, las rezanderas del pueblo, satisfechas agradecen a Dios porque las oraciones de èstas, rogando para que don Francisco Rangel no fuera a quedar eternamente solteròn y màs bien encontrara pronto a la mujer de sus sueños; fueron escuchadas.
Gracias a don Francisco Rangel, Simacota es de los muy pocos pueblos en varias millas a la redonda, dentro de la Nueva Granada, donde no hay mendigos; pues Rangel sostiene sin alardes ni aspavientos, el unico orfanato, la unica escuela de caridad, el unico ancianato del lugar, y de paso la iglesia. Todo lo que sea lùjos, derroches, aportes, y algo de opulencia en la comarca, se lògra gracias a Francisco Rangel.
"Ese hombre es mucho techado de benevolencias, para semejante bruja disfrazada de muñeca que es Luz de Obando", piensan algunas damas del pueblo.
Durante su juventud, Francisco fue perseguido por toda clase de mujeres, pero no porque fuera un hombre atractivo o apuesto; lo contrario, Francisco siempre ha sido de una fisionomìa escualida, y su ròstro siempre parece de recien salido de alguna camorra de càrcel. Sin embargo algunas damiselas lo persiguieron en alguna època, pero para ver si lograban casarlo y cazarlo por su millonaria fortuna monetaria y patrimonial.
Francisco no ha abusado de la confianza que le ha dado el canònigo Rosillo cuando estàn a punto de ser parientes polìticos; y lo sigue tratando con el mismo respeto y moderado desparpajo de siempre.
-Padre Rosillo, su sobrina es un àngel que Dios me ha enviado desde el cielo- dice Francisco en la sala de su hacienda mientras le sirve una copa del vino màs fino a su casipariente.
-Ni falta hace que me lo digas francisco. Soy consciente de que mi linda sobrina es toda una dama dueña de sì misma, con una belleza tal que destaca con su hermosura los màs distinguìdos ancestros nòbles y europeos; y de encantos insospechados reservados exclusivamente para el gran caballero que la merezca a ella. Ahora bien, si ese gran caballero eres tù; en horabuena; brindemos por ello- propone Andrès mientras Luz los observa a ambos con una sonrisa dificil de fìngir, pero aùn asì ella hace un esfuerzo.
-Sin duda alguna, usted tiene toda la razòn su reverencia, en darle a su sobrina tan maravillosos calificativos.
Los tres; Luz, Andrès, y Francisco brindan informalmente por Luz de Obando que tìmida prefiere seguir escuchando a ambos.
-Cuando mi sobrina me revelò la soledad que la asalta por la perdida de su señora madre, mi hermana; decidì aprobar este noviazgo entre ustedes; ademas que mi adorada Lucecita reconoce que necesita un esposo que sea todo un principe, y respetado señor. Por eso me alegra que ese distinguido pretendiente sea nada menos que el màs honorable caballero de todo Simacota y sus alrededores...Mi estimado Francisco Rangel.
-Me honra con sus palabras, padre Rosillo. Y debo confesarles a ambos, que todo esto me parece que ha ocurrido tan rapido, que hasta me sorprende, porque yo ni siquiera estaba buscando esposa.
-Los caminos de Dios son misteriosos. El caso es que si tù no aceptaras esposar a mi sobrina; ella podrìa deambular por el oscuro camino de convertirse, de aquì a unos años, en una solterona, e incluso ser vìctima de la tristeza vitalìcia.
Luz de Obando lànza con reprimida fùria sobre los pies de Andrès, una de la còpas que se quiebra por el golpe. Luz recapacita y se reincorpora ante el silencio de Francisco y Andrès.
-Perdòn, se me cayò la còpa- dice Luz tratando de disimular esa mirada de ràbia contenida que la caracteriza; y que si las miradas mataran, el canònigo y Francisco hubieran muerto fulminantemente; porque lo que màs le duele a Luz, es que su hombre, el unico hombre que ella ha amado verdaderamente, Andrès Rosillo, practicamente la estè ofreciendo como si estuviera en una subasta de finas pòtras.
-Creame padre Rosillo, que para mì serìa un gran pèso de consciencia, el que la mujer que se ha fijado en mì, que es mi novia desde hace corto tiempo, y que en esta hermosa tarde sabatina usted me ofrece como futura esposa, deambulara solitaria, abandonada, desamparada, desprotegida y sin amor- dice Francisco mientras desnuda con la mirada a Luz de Obando como quien observa la màs preciada mercancia.
-¿Y tù què piensas sobrina?- pregunta Andrès mientras que con Luz se cruzan miradas de "sigueme el juego".
-Lo que tù decidas para mì està bien; tìo- responde friamente Luz y con acento mordàz.
-Dìgna sobrina del padre Rosillo eres tù mi amor...¿Y què otra garantìa de refinamiento y pureza se puede exigir?- pregunta Francisco con la felicidad de quien gana el tesoro màs preciado, y con la alegrìa de quien cree haber ganado el cielo, aunque el destino en realidad, le estè entregando el infierno.
De repente y sin ningùn recato, Luz le hace una confesiòn a Francisco, y sin importarle que el padre Rosillo estè presente.
-Querido Francisco; entonces debes saber que yo no soy virgen...No por impura o por desvergonzada; sino porque de niña tuve un accidente cuando aprendìa a montar caballo. Pero moralmente, mi virginidad està intacta- refuta Luz.
Francisco queda abochornado, y Andrès desvìa su mirada sin saber que hacer. Hasta que Francisco ròmpe con esos segundos eternos de silencio que se habìan apoderado momentaneamente de la acogedora y preciosa sala de la hacienda Rangel.
-No importa, mi futura esposa. Cada dìa aprendo màs a quererte tal y como eres. Y ese accidente que tuviste en tu infancia aprendiendo a ser la gran equitadora y amazona que hoy en dìa eres; no afecta para nada mi honor; que es el mismo honor de convertirme en tu esposo- dice Francisco acercandose a Luz y tomandola de las manos, mientras Andrès los observa con sus profundos cèlos reprimidos, y aceptando en su corazòn que para bien o para mal, el plan que èl mismo ha gestado se està cumpliendo casi que al pie de la letra. Luz y Andrès saben perfectamente què lo que ambos estàn haciendo no es lo correcto con la ètica, ni con un hombre bueno como Francisco, ni con nada de lo medianamente moral; sin embargo la sobrina y su tìo, no encuentran otro remedio para, paradojicamente, salvar su verdadero amor, que aunque clandestino y prohibìdo, es amor pùro y genuino; amor del bueno. La carrera sacerdotal de Andrès Rosillo tambalea por los rumores, chismes, mentiras y verdades que se continuan diciendo de èl y su sobrina, a pesar de que Francisco y Luz son novios oficiales desde hace meses; pero aùn asì la reputaciòn del canònigo y adulterino, continua arrastrandose por el pìso, y asì seguirà mientras Luz y Francisco no cometan matrimonio.
A Luz y Andrès les remuerde la consciencia; a ambos les dà una gran rabìa interior, el tener que engañar a un señor nòble, con buenas intenciones, y que siempre se ha comportado muy bien con ellos, como lo es Francisco Rangel; y que la verdad sea dicha; hasta hace unos meses, ni siquiera necesitaba de esposa alguna, porque èl ya estaba acostumbrado a vivir solitario, soltero, y hasta de pronto feliz. Aunque en lo profundo de su ser, Francisco acaudalado, no quiere llegar a viejo en la màs terrible soledad de aparente conformidad. Nuevamente Rangel escucha como un eco en su alma, lo que siempre le inculcaron de niño: "Recuerda siempre que un hombre sòlo puede ser considerado, un hombre sin honor...No lo olvides Francisco, lo màs sagrado de un hombre debe ser siempre el honor, el honor, y nada màs que el honor".
¿Què màs podrìa pedir el gran terrateniente, adinerado solteròn, que el dìa menos pensado, recibe al cura del pueblo, al que a veces a estado a punto de decirle algo asì como "tìo-suegro"; pero que por respeto solamente se refiere a èl llamandolo "padre", o "reverencia"...Y llega cualquier tarde sabatina, su reverencia, a ofrecerle en bandeja no de plata, pero sì de oro, a la mujer màs espectacular de toda la regiòn y varias montañas y praderas a la redonda; y que antes de èl fue la dama màs cortejada, codiciada y anhelada por todos, y que sigue siendolo?.
Francisco Rangel ha digerido, y de la manera màs ingenua, la màs planeada fàrsa que se haya montado, en donde supuestamente es èl, el que escogerà a Luz de Obando como su legitima esposa y futura madre de sus hijos.
-Quiero tener con Lucecita, por lo menos diez hijos, y asì salvaguardar el honor de la nueva familia- dice Francisco orgulloso, mientras que Luz y Andrès lo observan impavidos.
Francisco ya està verdaderamente ilusionado con su futura esposa, porque segùn se dice en todo el pueblo, Luz de Obando ha sido muy bien orientada por su tìo el padre Rosillo. Ella es la primera mujer que se interesa en Francisco Rangel, por algo diferente a su cuantioso dinero y exhorbitante patrimonio; y por lo menos ese sì es un detalle verdadero de toda esta parodia que ya se anuncia en Simacota y El Socorro, a viva voz, y con invitaciòn de pergamino que se reparte a todas y cada una de las familias y demas habitantes de Simacota, y El Socorro; asegurandose que nadie, absolutamente nadie en ninguno de estos dos poblados se quède sin invitaciòn.

LA DISTINGUIDA DAMA DEVOTA Y SEÑORITA LUZ DE OBANDO Y ROSILLO.
HIJA DE DON FRANZ DE OBANDO Y MARTINA ROSILLO DE DE OBANDO (YA FALLECIDOS).

Y

EL ILUSTRE CABALLERO DEVOTO FRANCISCO JAVIER NEPOMUCENO RANGEL Y TORDECILLA
HIJO DE DON NEFTALÌ RANGEL Y DOÑA CONCHA DOLORES TORDECILLA DE RANGEL (YA FALLECIDOS).

TIENEN EL AGRADO DE INVITAR A USTED Y SU APRECIADA FAMILIA, AL MATRIMONIO DE DOÑA LUZ Y DON FRANCISCO,
QUE SE LLEVARÀ A CÀBO EL SÀBADO 9 DE MARZO EN LA IGLESIA DE SIMACOTA, EN LUJOSA, CRISTIANA, CATÒLICA, Y SANTA CEREMONIA QUE SERÀ OFICIADA POR SU REVERENCIA PARROQUIAL, PADRE ANDRÈS ROSILLO.

Y LUEGO ACOMPAÑARLOS, PARA DISFRUTAR TODOS DE LA GRAN FIESTA QUE SE REALIZARÀ EN LA HACIENDA RANGEL, ESE MISMO DÌA.

(NO ES NECESARIO LLEVAR REGALO; BASTARÀ CON UNA PLEGARIA DE PARTE SUYA Y DE SU FAMILIA, ROGANDO PARA QUE LA LUZ DE DIOS ESTÈ SIEMPRE PRESENTE EN ESTA NUEVA Y SAGRADA UNIÒN).

LOS ESPERAMOS A TODOS...EN EL NOMBRE DE DIOS PADRE, HIJO, Y ESPÌRITU SANTO.

Es la invitaciòn que està circulando por toda la comarca; y con lùjo de detalles. Todas y todos se preparan; comienzan a engalanarse a sì mismos, alistando desde ya sus mejores ropas; y engalanan el pueblo para embellecerlo, financiado todo por don Francisco, incluso quien no tenga como conseguir un vestido o traje dìgnos de tal acontecimiento; no hay problema; don Francisco Rangel tambien se lo financia; y todo para que nadie tenga excusa de asistir a la que desde ya ha sido catalogada como, LA BODA DEL SIGLO EN SIMACOTA. Porque tendràn que pasar màs de mil años para que este pueblito olvidado de la colonia neogranadina vuelva a tener tan majestuosa, monumental, descomunal, suntuosa e imponente fiesta de boda que aquì se va a realizar.

Sin embargo en los dìas en los que el pueblo se prepara; Luz de Obando y Andrès Rosillo no pueden evitar las discusiones en susurro y a puerta cerrada, cuando los dos estàn a solas en la casa cural.
-No me gusta, y no me gusta Francisco Rangel como mi futuro esposo- dice Luz con sus ojos llorosos y furiosos.
Andrès la abraza y la consuela con gran tristeza; pues si hay algo que el canònigo no puede soportar, es ver a su amada Luz llorando.
-Ya lo sè mi adorada Luz; ya lo sè; siempre lo he sabido. Me has dicho eso mismo todos estos dìas; pero todo es para que nunca muera nuestro amor secreto; fijate que desde que se estàn repartiendo las invitaciones; las habladurìas, los rumores, y los chismes, se han ido apagando poco a poco; y ya, tanto tu reputaciòn como la mìa no han vuelto a estar en entredicho. Ven, sentemonos aquì; y nos calmamos- dice Andrès intentando llevar a Luz al sofà.
-No, no me siento y no me quiero calmar. Te recuerdo que desde hace tiempo ya, tù no eres mi tìo. Tù, Andrès Rosillo, eres mi hombre; y me costarà mucho trabajo el perdonarte, por toda esta fàrsa que tù has planeado y que ya nadie puede detener; porque no eres capàz de renunciar a tu sacerdòcio, para que tù y yo pasemos como marido y mujer el resto de nuestras vidas. Pero tù lo quieres todo: El sacerdòcio; y tambien me quieres a mì, aunque tengamos que esconder nuestro romance por los siglos de los siglos...¿Acaso nunca te enseñaron en el seminario; que uno de los peores pecados capitales, es la codìcia?...¿No te lo enseñaron canònigo Rosillo?...Pregunta Luz nerviosa y furiosa mientras Andrès la observa abochornado quedando en silencio.
-Y tambien me costarà muchos ayunos, perdonarte aquèl dìa en que practicamente me ofreciste ante Francisco Rangel, como si yo fuera una yègua en remate, al mejor postor- termina de reclamar Luz de Obando a la vez que altiva, orgullosa, y con su fuerte caracter le da tremendo par de bofetadas a Andrès en cada una de sus mejillas, dejandoselas rojas.
Luz se encierra encolerizada, tirando la puerta de su alcoba y quedando enclaustrada por màs de tres dìas sin querer comer ni hablar con nadie, a pesar de la insistencia de Andrès.
Al càbo de las semanas que anteceden a la gran boda; en las callecitas de Simacota; cuando alguien se le acerca al padre Rosillo a hacerle algùn comentario al respecto; el clèrigo simplemente se limita a responder con la hipocresia màs sutìl.
-¿Què pareja màs hermosa podrìa existir en Simacota y la Nueva Granada?..Mi sobrina y Francisco, son el uno para el otro...Para mì serà uno de los momentos màs sublimes desde que fuì ordenado sacerdote, el oficiar tan magnanima, hermosa, y sagrada ceremonia de uniòn por siempre, cumpliendo mi sobrina y su prometido, con el sagrado sacramento del matrimonio...Alabado sea el Señor!.

Sàbado 9 de Marzo de 1.790, en la inolvidable y soleada tarde de Simacota; aunque el dìa està hermoso, no se ve un alma en las calles, ni en las casas, ni en las haciendas, porque todo, absolutamente todo el pueblo està dentro ya, en la iglesia de Simacota, que hoy sì reviste un sobrecupo sofocante nunca antes visto, porque sumados a todas y todos sus habitantes, que sin distingos de clàses han sido invitados; se encuentra tambien la mitad de la poblaciòn de El Socorro. Literalmente toda Simacota, y El Socorro estàn invitadas a la ceremònia y posterior fiesta. No se ha desperdiciado ni una sòla invitaciòn de las repartidas en Simacota; todas y todos asisten con sus mejores gàlas, perfumes, lociones y atuendos.
En las primeras filas de la extrecha iglesia estàn las familias socarreñas de los Obando, y los Rosillo; algunos familiares lejanos Rangel, ya que Francisco no tiene familiares cercanos; las pocas familias aristocràticas de las comarcas de Simacota y El Socorro; tambien estàn perfectamente alineadas, todas las integrantes de la "Sociedad de damas ilustres por la moral y las buenas costumbres de Simacota"; y la "Asociaciòn de damas moralistas y catòlicas costumbres de El Socorro"; y en una esquina, pero tambien en primeras filas, el corregidor de Simacota don Pantagruel Madrazo que lùce su espantoso traje de gala carcomido por las polillas, pero que gracias a las insìgnias colocadas, se disimula lo deteriorado de dicha prenda. Igualmente ha sido invitado el corregidor de El Socorro don Pasolino de Rodriguez; y en un sillòn preferencial, el señor obispo de la regiòn con su ròstro satisfecho y conforme de que la reputaciòn del pàrroco de Simacota haya vuelto a quedar desmanchada de toda duda y carente de escàndalo alguno por parte de la iglesia. Abanìcos a granèl porque el calor de la atestada iglesia es insoportable. Nadie se ha querido perder la boda. Un pequeño coro entona alguna marcha nùpcial dando inìcio a la ceremònia, a la vez que todas las miradas se dirigen a Luz de Obando que va ingresando a la iglesia por la alfombra principal, camino al altar, donde la espera sonriente y orgulloso Francisco Rangel mientras que el clèrigo Andrès Rosillo con su casulla y demas atuendos colocados, la espera listo para oficiar la ceremònia. Luz lleva un inmaculado y precioso traje de novia, blanco, importado directamente de Frància, que hace ver a Luz de Obando majestuosamente hermosa, impetuosa, sencillamente perfecta.
Andrès Rosillo va a casar a su diosa; pero con otro hombre; Francisco Rangel que està vestido a la usanza de las cortes europeas; todo un gran caballero, todo un gran señor. La ceremònia se desarrolla en medio de un gran trascendentalismo y despliegue.

-¿Luz de Obando y Rosillo; aceptas a Francisco Rangel como tu legìtimo esposo para amarlo y respetarlo en la buena y la mala, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, y hasta que la muerte los separe?- pregunta Andrès con su voz entrecortada, a su amada sobrina.
Luz emite un pequeño suspiro silencioso que se vuelve eterno, y con una mirada acusadora a su adorado clèrigo, y una actitud neurotica, propia del nerviosismo del momento, responde resignada con su suerte echada.
-Sì padre..Acepto.
-¿Francisco Rangel y Tordecilla; aceptas a Luz de Obando como tu legìtima esposa, para acompañarla en la buena y en la mala, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, y hasta que la muerte los separe?- pregunta Andrès con gran solemnidad.
Francisco Rangel responde feliz y completamente desprevenido, sin que se le pàse por la cabeza la gran maraña en la que ha caìdo.
-Sì padre..Acepto.
Y en su latìn caracterìstico Andrès Rosillo sella la uniòn impartiendo la bendiciòn al nuevo matrimonio hasta que la muerte los separe en el nombre del padre, del hijo, y del espìritu santo.
-Lo que Dios a unido, que no lo separe jamàs ningùn hombre- replica en latìn el pàrroco de Simacota, olvidando que ni èl mismo podrà cumplir con esa sentencia: "Lo que Dios a unido, que no lo separe jamàs ningùn hombre"...Mientras que el nuevo esposo besa a su nueva esposa que disimuladamente le esquiva el beso dejandose besar levemente unicamente en una de sus mejillas, ante la mirada desconcertante de Francisco; y luego el gran aplauso de los asistentes a la sofocante iglesia en donde ya no cabe ni una aguja, mientras que la coral entona algùn canto sàcro.
La ceremònia ha sido todo un espectaculo dificil de repetir en muchìsimo tiempo, ya que jamàs en toda la historia de Simacota y sus poblados vecinos, ha habido tal derroche de monumental festìn, gran carnaval, estilos, excentricidades, y lùjos. Los peones y esclavos de la hacienda de Francisco Rangel, estrenan sòbrios y elegantes vestidos, cortesia de su benevolente patròn. Andrès con una hipocresia unica, celebra e imparte las bendiciones de tan apoteòsica boda.

Finalizada la ceremònia religiosa, todos los habitantes del pueblo y demàs invitados encaravanados se dirigen hacia la hacienda Rangel donde se realizarà el magno festejo. Los nuevos esposos encabezan la caravana en un precioso carruaje coloridamente adornado con toda clase de arreglos alusìvos, y tirado por ocho caballos.
Invitadas e invitados llegan a la gigantesca hacienda con sus hermosas praderas, jardines, matorrales, y paisajes dìgnos unicamente de la belleza natural neogranadina. Un grupo de veinte mùsicos contratados y debidamente uniformados son los encargados de poner a gozar y bailar a todos. La descomunal finca se ha dividido en tres secciones: Las familias del nuevo matrimonio junto con los invitados especiales, autoridades, y las aristocràcias congregadas, estàn en el interior de la hacienda. Los plebeyos conocidos y no conocidos, e invitados modestos, se encuentran en el extenso solar colmado de antejardines bellamente preparados para la ocasiòn. Y los empleados, peones, indigenas, esclavos, y demàs, disfrutan en las infinitas hectareas de la finca. Cada secciòn de la fiesta tiene su banda de mùsicos, lo que da la sensaciòn de que sean tres fiestas en una, para que nadie se quede sin festejar en este sàbado tan especial que ya empieza a oscurecer en un gigantesco àgape que serà dificil acabar. Gustosa comida en cantidades enormes, rìos de vino, y exquisitas viandas...Incluso para los niños de la comarca se ha preparado tambien una fiesta en las caballerizas de la hacienda para que los infantes disfruten con algunos teatreros disfrazados de arlequines, encargados de que los niños tambien gòzen, con la unica diferencia de que a estos pequeñines los ponen a jugar con los equinos, repartiendoles jugos y refrescos en vez de trago. Las comparsas son las encargadas de vigilar que nadie se aburra en la fiesta y de mantener a todo mundo contento, despreocupado, pero principalmente que cada quien sea testigo de excepciòn de que Luz de Obando se ha casado con un caballero; y de que son "totalmente falsas" las habladurìas e industrias del chisme que se han gestado sobre la supuesta relaciòn que existe o existìa entre el canònigo Rosillo y su sobrina.
Y aunque todo mundo sonrìe y disfruta, solamente hay un ròstro sèrio, retraìdo, y pusilànime; el de Luz de Obando, que lo unico que desea, es el final de esa fàrsa a la mayor brevedad.
Entrada la noche se sirve la cena formal. Toda la hacienda parece el màs singular festival de mesas elegantes a diestra y siniestra. Ya acomodados en la mesa principal, los corregidores, el señor obispo, los familiares de Luz y Andrès llegados de El Socorro, los familiares lejanos de Francisco llegados de Caracas, y otros no familiares pero aristòcratas de las regiones de Simacota, El Socorro, y demàs poblados cercanos, se disponen a hacer el brindis...Luz de Obando se sienta y queda en medio de su esposo Francisco y de su tìo Andrès...Pero antes...
-Doña Luz de Obando ahora de Rangel, y don Francisco Rangel, reciban ustedes todas las felicitaciones y los mejores deseos en esta nueva vida que ustedes comienzan, y lo mejor de lo mejor para ambos; en nombre de la distinguida "Sociedad de damas ilustres y de buenas costumbres de Simacota"- dice con la màs detestable solaperìa y en voz alta para que todo mundo la escuche, doña Esculapia Acuña, presidenta de dicha sociedad de damas ilustres, y la mujer màs fea y horrorosa de toda la historia de Simacota. Doña Esculapia Acuña fue la que se le metiò hace meses al despacho, al corregidor don Pantagruel, junto con las otras escorias que conforman dicha instituciòn de la moral; para denunciar a Luz de Obando por estar viviendo en la casa cural. Esta solterona es tan fea y horripilante, que siempre se ha rumorado en toda la comarca, que lo màs posible es que doña Esculapia Acuña muera virgen.
-Muchas gracias doña Esculapia; mi esposa y yo se lo agradecemos- responde Francisco Rangel ante la mirada inquisidora que Luz de Obando le lanza a doña Esculapia virgen y monumento asqueroso, unico de toda fealdad.
-¿Todo està bien mi amor?- pregunta Francisco en voz baja a su esposa Luz...-Todo està bien- responde Luz secamente y sin quitarle su mirada de desprecio a doña Esculapia.
El canònigo se pone de pie y propone el brìndis.
-Ya no como sacerdote, sino como el modesto tìo de mi adorada Lucecita, quiero proponer el brindis para que toda la felicidad recaiga sobre mi sobrina, y mi nuevo sobrino polìtico. Por favor ruego a todos ponerse de pie y que se unan a mi deseo, para que tanto a Luz como a Francisco les llueva por la gracia de Dios, dicha, felicidad y bendiciones del todopoderoso por siempre- y levantando su copa, seguido por los demas invitados, todos se colocan de pie, levantan sus copas y brindan por los nuevos esposos lanzando vivas y felicitaciones en voz alta, tanto a Luz como a Francisco, chistando sus copas y con todo un arsenal de sonrisas, a ver cual de todas màs hipòcrita. Y mientras esto sucede, Luz de Obando sentencia pacito al oìdo de Andrès, para que solamente èl la escuche, tremendo presagio lapidario.
-De todo lo bendito y lo maldito que ocurra en este desdichado matrimonio, habrà solamente un culpable: Tù, mi amadìsimo canònigo- y luego con falsa sonrisa para disimular, le da un beso en la mejilla a su tìo mientras este sonrie nerviosamente.

Ya es medianoche y se nota en el ambiente a uno que otro borracho elegante tratando de no perder el equilìbrio, y tratando de pasar desapercibido ante el agasajo colmado de glamour y etiqueta.
Luz se disculpa con su marido porque desea consultar una cosa en privado con su tìo Andrès, en alguna de las alcobas de huespedes.
-Voy con mi tìo a una de las habitaciones; deseo confesarme, escuchar consejo espiritual de èl, y recibir bendiciòn personal antes de partir a nuestra luna de miel.
Francisco asiente cariñoso y tranquilo mientras continua departiendo con el mayor nùmero de invitados posible, como el complaciente anfitriòn que ha resultado ser.
Luz de Obando y Andrès Rosillo suben al segundo pìso percatandose ambos, de no ser observados por nadie; circunstància que a estas alturas es posible, dado el notable grado de alicoramiento y somnolencia de la mayorìa de invitados; aunque en realidad sì estàn siendo observados cautelosamente por alguien: El señor corregidor don Pantagruel Madrazo que està recostado debajo de la escalera, y eructando seguidamente para tratar de aliviar la borrachera que lo perturba, y trata de reponerse infructuosamente de las màs de ochenta còpas de vino que se ha bebido y que ya le tienen sus ojos desorbitados y su propio equilìbrio hecho un desastre; pero despues de observar viscosamente còmo Luz y Andrès suben y se encierran bajo llave en una de las lujosas alcobas de la hacienda, el exceso de alcohòl logrà noquear al envidioso corregidor don Pantagruel hasta que finalmente se queda profundamente dormido en el pìso y recostando su cabeza debajo de la escalera que conduce a la segunda planta de la hacienda Rangel.
Ya dentro de una de las comodas y alejadas alcobas, Luz y su canònigo ajustan y tràncan bien la puerta, percatandose de que no han sido seguidos por nadie, y de que ambos estàn a sòlas dentro de esa gran suite, como verdaderamente le gusta estar, a esta singular pareja. El clèrigo y su diosa inicialmente sin pronunciar palabra, se miran enamorados mutuamente, con los ojos de ambos echando chìspas de deseo y pasiòn, y ambos comienzan a besarse afanosamente y con jadeos llenos de amor y de tufo a fino vino y excitaciòn descontrolada.
-Hoy es cuando màs hermosa te he visto, con este traje de novia que te hace ver inalcanzable- dice Andrès con su respiraciòn agitada y despojando a su amada, precisamente de ese monumental y hermoso vestido que la hace ver como toda una vènus increìble y esplendorosa.
-Y tù te ves muy galante con esa casulla que estàs estrenando- profiere Luz mientras le arrebata la sotana a Andrès como si se lo fuera a comer a mordiscos. Ambos se entregan amàndosen con el extasis poderoso de no saber si serà la ùltima vez. Andrès aspira fuerte todos los olores de su amada, que muerde sutilmente a su clèrigo adorado, deseando ambos que nunca termine ese momento. Luz de Obando es la efìgie al màs salvaje amor, la alegorìa a la màs esmerada musa, la màs distinguida maestrìa en las artes de èros, con su vello pùbico florecido como la màs esbelta orquidea negra, y los orgasmos de gloria traspasando todas las multidimensiones que mujer y hombre coronan unidos en un solo ser como siameses viajeros de todas las constelaciones.

Es madrugada del dìa siguiente, y la fiesta todavìa no termina. Luz y Andrès ahora muy relajados y de nuevo impecablemente vestidos, bajan tranquilamente por las escaleras que conducen a la sala principal de la hacienda. Nadie se ha marchado, pero la mayorìa duermen, e incluso los mùsicos han suspendido sus melodìas mientras invitadas e invitados reposan tomando un segundo aire para continuar con la gran comparsa, que màs tarde volverà a llegar a su tòpe de alegrìa y baile. Francisco Rangel con otros invitados, conversan en voz baja para no despertar a nadie.
-Esposa mìa, padre Rosillo, aquì estamos los invencibles que no nos dejamos tumbar del trago- dice jocoso Francisco mientras que Luz sonriente se acomoda al lado de su esposo, y el padre Rosillo al frente.
-Buen presagio; eso quiere decir que no me casè con un borrachìn- exclama con gracia Luz, mientras los pocos despiertos le celebran lo expresado.
Francisco hace una seña a Andrès, para que observe al señor Obispo, que en el sillòn esquinero, ronca como orangutan en celo. Andrès al observarlo, abre sus brazos en señal de invocaciòn.
-Dios mìo, perdonalo porque èl no sabe còmo ronca- dice Andrès ante la risa no sonora de Luz, Francisco y los demas insomnes.
La gran fiesta de boda ha durado tres dìas con sus tres noches; tanto asì que al miercoles siguiente Simacota parece un pueblo fantasma, porque todos duermen la resaca màs patètica y espantosa de la que se tenga noticia.

Luz de Obando y Francisco Rangel se han marchado, supuestamente de luna de miel; duraràn cuatro meses en Europa: Madrid, Londres, Parìs, Bonn, y San Pettesburgo; mientras que Andrès Rosillo ha quedado por primera vez, solitario en Simacota, y con los cèlos silenciosos que ningùn sacerdote catòlico apostòlico y romano podrìa manifestar jamàs. Las sensaciones y circunstàncias de soledad en las que ha quedado el clèrigo son horribles y completamente tormentosas para un enamorado como èl. Su amada se ha ido con su esposo a una falsa luna de miel; aunque el mismo Francisco Rangel no tenga ni idea de la farsa; porque para Luz de Obando, màs que una luna de miel, es en realidad una luna de hiel.


EL CANÒNIGO Y ADULTERINO DON ANDRÈS
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